»셋

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Era sábado por la mañana y un buen día para ensayar. Desde la salida del sol había permanecido dentro de una sala, con la única intención de practicar mi baile hasta el desmayo. Ya era medio día cuando mi cuerpo rogaba por comida.

Ese día había tenido la dicha de tener a mis dos mejores amigos sentados contra una pared esperando a que terminara mi ensayo, esperando que diera el visto bueno para salir a comer. No eran los únicos conmigo, sin embargo. Dos chicos de años menores me acompañaban en el ensayo también, formando parte de la coreografía que presentaría en dos semanas.

—Ah, Hoseok-hyung se esfuerza mucho— dijo Jimin, un adorable dongsaeng un año menor que yo. Tenía cachetes apetecibles y su labio inferior demasiado relleno. Era delgado, a pesar de que sus regordetas manos dijeran otra cosa. Era el mejor bailarín de su año.

Sonreí y golpeé su espalda ligeramente—Ya te dije que me llamaras Jhope.

Me devolvió la sonrisa.

Ah, así me gustaba. Dar sonrisas y recibir otra a cambio. Era lo único que me permitía aceptar de la gente desconocida.

Jungkook tomó sus cosas, ya listo para irse— ¿Mañana igual, hyung?— preguntó, a un pie de la salida. Ese chico, a pesar de bailar como los dioses mandan en tan corta edad, no le gustaba para nada los muchos ensayos y las tantas horas que exigía. Tomé mi botella de agua mientras negaba.

—Está bien por ahora. Descansen. Ensayaremos el lunes de nuevo.

Ambos chicos asintieron satisfechos y se fueron con un saludo rápido. Estaba seguro de que internamente esos chicos me odiaban por hacerlos ensayar tanto y durante tantas horas. Pero sin trabajo no hay gloria, ¿no? Además, debido al retraso que cargabamos necesitábamos más horas de las comunes.

Suga se levantó del suelo con un quejido, acompañado de Namjoon.

—Creo que mi trasero quedó plano por todas las horas que estuve sentando— se quejó el más alto. Lo observé divertido—. Bueno. Más plano.

Solté una ruidosa carcajada al mismo tiempo que Yoongi daba una risa silenciosa. Y con el informe completo del estado del trasero de nuestro amigo, salimos del lugar con intención de devorarnos una vaca entera cada uno.

Para mi sorpresa, en el cordón de la calle se encontraba sentando un chico, esperando. Y no cualquier chico, sino Kim Seok Jin, y estaba seguro de que no estaba esperando por el autobús. Suga sonrió.

—¡Eh!— dijo, como si fuera un saludo. ¿Desde cuándo se había vuelto tan informal con SeokJin? Hice una mueca cuando el mencionado se levantó y también sonrió. No era tan guapo cuando sonreía. Luego golpeó a Suga en la cabeza por su falta de respeto, y yo quedé más sorprendido de ver que no lo devolvía el golpe.

—¡Más respeto por tu hyung!— comentó divertido, y era la primera vez que lo escuchaba hablar en un tono diferente que no fuera con desinterés.

Por mi parte, seguía un poco indignado con la actitud de ese chico. Pensando que al fin había avanzado un poco en la poca relación que teníamos, el príncipe volvió con su actitud indiferente al minuto siguiente de mostrar interés en mí. Pensando que había cambiado un poco. Pero no. Volvía a ignorarme. ¿Acaso debía dormirme todos los lunes para que me volviera a hablar?

—¿Qué haces aquí?— preguntó Namjoon quitándome las palabras de la boca. Viniendo de él, sonaba amigable y una pregunta casual. Si yo hubiese llegado a hablar, probablemente me mirarían feo. Tanto Nam como Suga sabían que tenía algo contra la presencia constante de Seokjin.

—Yoongi me invitó. Dijo que saldrían a almorzar hoy y me dijo que lo esperara aquí— encogió sus grandes hombros. ¿Cuánto debían medir?

El cómo ganaste mi corazón « 2SeokDonde viven las historias. Descúbrelo ahora