Capitulo 3.

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P.o.v Rose

Nuestra mañana en la ducha se convirtió en una mañana en la cama, y el hombre milagroso sacó cada onza de estrés de mi cuerpo.

En serio.

Creo que su lengua tenía algún tipo de habilidad especial para derretir mis huesos porque me sentía tan relajada que estaba
prácticamente en estado líquido.

Sólo llámenme Alex Mack.

(Personaje de una serie de televisión que se puede convertir en líquido)

—Eso, Sr. Belikov, fue una muy buena respuesta a mi pregunta.

Sus dedos hicieron cosquillas en la parte posterior de mi rodilla y su boca se movió perezosamente a través de mi hombro.

Me estremecí cuando dijo—: ¿Cuál fue la pregunta? —La mano sobre mi rodilla se
arrastró hasta la piel sensible en el interior de mi muslo—. Me distraje.

Tragué saliva.

Nos distrajimos bastante.

—Te pregunté si eras feliz.

Su mano continuó más lejos hasta que su toque me hizo dejar caer la cabeza hacia atrás.

—Cierto. Esa fue una pregunta estúpida.

Quería tocarle, pero tuve una sorprendente falta de control sobre mis extremidades gracias a sus muy concentradas distracciones.

—No es estúpido. —Apreté los dientes—. No puedo leer tu mente. A veces sólo tengo que escucharlo.

Se inclinó sobre mí, su cabello despeinado, pero sus ojos pensativos.

—Y yo soy malo en decirlo.

—Sólo a veces. —O, a veces sólo necesitaba oír más.

Me dije a mí misma que estaba siendo estúpida, pero odiar mis inseguridades no las hacía desaparecer.

Se movió por encima de mí y se instaló entre mis muslos.

Aún sensible de nuestra última vez, gemí cuando su cuerpo se pegó al mío.

—En ese caso, debes saber que cada vez que hago esto —movió sus caderas—, estoy increíblemente feliz.

De alguna manera, a través de toda la sensación me las arreglé para poner los ojos en blanco.

—Estamos hablando de dos tipos diferentes de felicidad.

Negó con la cabeza, y bajó sus labios a mi oído

—: Hay una sola clase. Ya sea que esté dentro de ti, o acostado a tu lado, o tocándote el cabello, o escuchándote reír, todo significa la misma cosa. Si estoy contigo, soy feliz.

Dios, era bueno.

En todo.

Tocó un punto sensible dentro de mí, y la palabra bueno cayó de mi boca por accidente.

Se rió sombríamente.

—¿Me estás evaluando? Pensé que yo era el
maestro aquí.

Tiré de su boca a la mía para que se callara, y luego envolví mis piernas alrededor de su cintura.

—No te estoy calificando. Tu ego es lo suficientemente grande ya.

Se rió y continuó distrayéndome por la mañana y una buena
parte de la tarde.

Funcionó por un tiempo, de acuerdo, tal vez un buen rato.

Pero cuando nos embarcamos en el vuelo tarde esa noche, ninguna
cantidad de coqueteo, toqueteos, o susurros en mi oído podían hacerme dejar de pensar en la gran cantidad de potenciales desastres que me esperaban en Londres.

No sabía casi nada sobre su familia.

Salvo que su madre me
aterrorizaba.

Me asustaba a más no poder, sólo por la expresión del
rostro de Dimitri mientras hablaba con ella por teléfono y el sonido de su voz que se escapaba a través del altavoz.

Cuando veía su nombre
en el identificador de llamadas, era como ver la Marca Tenebrosa
flotando por encima de mi apartamento.

¿Y si ella me miraba y confirmaba lo que yo ya sabía que era verdad?

Manteniendo Su AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora