Recuerdo 1

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¡Hola! Este capitulo está escrito especialmente para los lectores que estuvieron desde el principio. Ellos saben quienes son ;)

A partir de ahora habrán varios capítulos que serán recuerdos, también llamados flashback, para alegrar un poco el ambiente del libro :)

También para las chicas que se unieron hace poco, y para los que se unirán luego ¡les doy un abrazo gigante! Gracias por tu apoyo.

Espero que lo disfruten.

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Sonó la campana, anunciando el final de las clases. Él tiró del cabello negro de Cara para que se levantara de su pupitre, a lo que ella respondió con un gruñido.

La clase se vacío completamente luego de dos minutos, ni siquiera el profesor estaba, pero su amiga aún guardaba sus cosas con lentitud. "¿Acaso lo hace a propósito?", pensaba él.

—Ya sé lo ansioso que éstas por ir, pero deja de chasquear los dedos. Es molesto —le reprochó.

Él reaccionó y dejó de hacer ese ruido. Se disculpó y salieron del aula. Los pasillos aún estaban poblados de estudiantes, pero nadie se fijaba en el par de amigos que se dirigían a la salida.

Cuando llegaron a la parada del bus, hablaron sobre lo que planeaban hacer esa tarde.

—Mira, Dylan. Esa tienda de colecciones es tu perdición. Yo como sabia, te recomiendo que dejes de gastar tu mísero sueldo en juguetes —aconsejó, acomodando sus pertenencias en la mochila.

Él le dijo que se iría caminando, porque la tienda se encontraba cerca de la escuela.

—¿Me acompañas? —indagó, mirando desinteresado su reloj de muñeca.

—Claro, luego iré a mis clases directamente.

Juntos caminaron por las calles de su ciudad, coloridas y en algunas zonas sombrías. Observaron a los transeúntes y se rieron de ellos.

—¿Ves aquel de allí? —indicó señalando con su índice—, se parece a Voldemort.

Cara suprimió una risa con la manga de su abrigo, porque el hombre estaba a pocos metros de ellos. Los miró con una apenas visible ceja levantada, y entró a una panadería.

Ellos continuaron su paseo, ahora hablando de sus próximas vacaciones.

—Ya ves, Dadito. Si no ahorras dinero no podrás venir conmigo de acampada —dijo pestañeado exageradamente.

Llegaron a la tienda de antigüedades e ingresaron. La misma tenía un escaparate algo tapado por el polvo, y el cartel que presentaba el local era sencillo. Solamente decía "Las joyas de Rosa", en una cursiva delicada.

Por dentro era una montaña de objetos: sillas, muebles, cofres, cajas, adornos y más. La luz del lugar era tenue y amarillenta, dándole un aspecto antiguo al local.

Una anciana con el cabello corto se encontraba sentada detrás de un mueble caoba, y cuando los vio entrar, se puso de pie muy alegre.

—Buen día, señora —Dylan inclinó la cabeza.

—¡Ay, jovencito! Hace días que no pasas por aquí —dijo abrazándolo.

—Es que tuve exámenes y mucho trabajo —Se excusó.

Se separaron y la anciana los invitó a sentarse. Frente a su escritorio había dos sillones de color gris algo gastados. Cara y Dylan se sentaron, ella mirándolo extrañada. " ¿A qué se debía tanta confianza?", pensó.

—Muchacho, he conseguido lo que me pediste —miró de reojo a Cara—. Es un modelo bien cuidado; todos los engranajes están en perfectas condiciones.

—Gracias por buscarlo. ¿Ya está todo arreglado, no? —Le guiñó un ojo.

La señora río, cubriéndose vergonzosa la boca.

—Por supuesto. Déjame que lo traiga.

Se levantó con dificultad,  porque pesar de no usar bastón, ya era bastante mayor. Se perdió entre los pasillos, desapareciendo de vista.

—¿Ya la conocías? —interrogó.

—Suelo venir seguido para comprarle unas cosas. Además, la ayudo a organizar un poco el lugar —confesó Dylan.

Después de varios minutos en silencio, la anciana volvió con una caja de madera oscura. La colocó en frente de ellos.

—Bueno, señorita, algo me dice que la caja es un regalo para usted —indicó mirándola con una sonrisa gigante.

Cara se giró para observar a Dylan. Él también la miraba con una sonrisa, pero ésta era cómplice.

—Dylan, ¿qué significa esto?—cuestionó, tironeando de las correas de su mochila.

Él le señaló la caja, que tenía una cerradura de color cobre, al igual de unos líneas que recorrían todo el objeto.

—Ábrela y entenderás.

Cara acercó sus manos sobre el escritorio, con nerviosismo. Tomó el cofre y lo destapó. Dentro había un espejo de manera horizontal, que servía como tapa de un cajón estrecho. Debajo del vidrio descansaba una muñeca pequeña, con forma de bailarina. En la parte inferior del cofre, una cuerda de hilo grueso en color plata servía para dar música.

—No lo puedo creer. Dylan, es una caja de música. Como la que se me rompió —exclamó asombrada—. ¿Por qué?

Él bufó, y agitó la mano para restarle importancia.

—¿No es obvio? Eres como mi hermanita y haría cualquier cosa para verte feliz.

Cara lo abrazó, estrechándolo. Ambos se reían.

—Eres demasiado empalagoso. Yo apenas te regalo medias —dijo secando una lágrima que escapaba atrevida.

—Es para que la veas y digas: "Mi mejor amigo es muy sensual y bondadoso" —imitó con un tono agudo, simulando la voz de una chica.

La anciana los miraba, y pensaba que hace años no veía una amistad como esa. Dentro de su corazón les deseaba el mejor de los destinos, y que nunca se separasen a pesar de los problemas.

Pero nadie era capaz de evitar la maldad de las personas que destruyen vidas.

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No me rendiréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora