Ya es de noche de nuevo, y escribo esto sentado en la terraza de mi casa. Hoy sucedió algo impactante.En primer lugar, al despertar, se me vino a la mente la caja de música que te regalé. ¿Dónde estará esa traviesa ahora? Para ti significaba tanto que le tomaste un cariño sobrenatural. La tratabas como a una persona ¿Lo sabías?
Luego, por primera vez en varios días, baje a la cocina para desayunar. No es que no haya comido antes; gracias a mi hermana no morí de sed ni de hambre. Pero era el momento de enfrentar al mundo de nuevo. Y ver sí había alguna posibilidad de que me entendieran.
Cuando atravesé el umbral de la cocina, en la mesa estaban sentados mis padres, ambos escuchando atentos a la televisión. Pero mi presencia los distrajo, y clavaron sus indagantes ojos en mi desaliñada apariencia.
—Hijo, siéntate por favor. Hay algo importante que queremos comentar contigo —indicó mi padre, Daniel, señalando una silla frente a ellos.
La mesa donde se hallaban era circular y blanca, y solo contaba con cuatro sillas a su alrededor. Yo me senté frente a ellos, observando con curiosidad el nuevo color de cabello de mi madre. Era chocolate, como una invocación de mi infancia, donde era feliz.
—Sabemos que la desaparición de Cara te afectó muchísimo, y lo entendemos hijo. Pero no me parece inteligente —exclamó Daniel— que arruines tu futuro.
Lo miré estupefacto. ¿Realmente era capaz de entender mi dolor? ¿O sólo lo decía para consolarme?
—Hijo —llamó mi madre. La miré—. Estamos preocupados por ti, eso es todo. No queremos presionarte ni asustarte con esto, pero creemos que algo grave sucede contigo —Entrelazó sus dedos con los de mi padre, buscando refugio.
—Hemos hablado con una profesional —continuó Daniel—. Le comentamos sobre ti, y ella nos dijo que presentas los típicos síntomas de depresión.
Esa última frase parecía haber cortado todas la respiraciones de las personas que estábamos en la habitación.
Depresión, depresión, depresión.
Es una palabra que pierde sentido luego de haberla escuchado tantas veces. Pero ahora me afectaba a mí, y no era capaz de reconocerlo.
Me enojé sin motivos válidos, y huí a mi habitación, de nuevo. Me encerré allí hasta que el sol cayó en el horizonte, y mi vejiga parecía querer explotar.
Luego de eso, subí a la terraza a mirar las estrellas. Tan bonitas que parecían eternas.
Cada vez parecía más perdido y lejos de ti, amiga.
Las estrellas, ¿a caso ellas podrían decirme algo de tu paradero?
¿Podrían lograr que nos volviéramos a ver?
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No me rendiré
Roman pour Adolescents"Ella ya no está, él no la olvida. Ella no lo escucha, él no lo quiere aceptar. Ella no lo mira, él no puede olvidar sus ojos. Ella desapareció, él la busca." Dylan escribe su día a día en un cuaderno desde la desaparición de su mejor amiga, Cara...