1. Una nueva perspectiva

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 Caminaba apurado por la acera. La tarde apenas caía, por lo que la ciudad bullía en actividades. Dylan se concentraba en poner un pie delante de otro, siempre pensando en la reunión que se estaba por llevar a cabo. Miró con atención sus zapatillas negras, mientras miles de situaciones se formaban en su mente. Todas ellas terminaban en su inminente muerte o la de algún ser querido.

Cuando cruzó la calle, sin mirar, un auto tocó el claxon mientras frenaba marcando las llantas en el asfalto. Se sobresaltó y aceleró el paso hasta el punto de correr, para llegar a la otra acera. El chofer del auto gritó un par de insultos, y aceleró retomando su rumbo.

Dylan sacó el celular negro de su abrigo, y consultó la hora. Las 3:46 P.M, aún faltaban quince minutos para su encuentro con el hombre que se dispuso a ayudarlo. Esa persona que lo escuchó.

Siguió caminando, pero esta vez con más tranquilidad y mirando cada vez que cruzaba la calle. Con las manos en los bolsillos, se preguntó si él era capaz de rescatar a Cara. 

Ella nunca había sido una doncella en apuros, y menos quiso que la trataran de ese modo. Pero, ¿en qué momento Cara se convirtió en una víctima más? ¿Por qué existían personas tan perversas? Eran como animales salvajes en busca de una presa deliciosa e indefensa, alguien que pudiese servir para sus sucios negocios. Pero, ¿Qué sabía él sobre las redes de trata? ¿Realmente eran cómo las mostraban las noticias y películas? 

Entre un pensamiento y otro, Dylan se encontró parado frente al café donde concretaron su cita. El local tenía todo un frente de vidrio y el terreno ocupaba la esquina de la calle. En la parte superior, un letrero con el nombre de "Atardecer" en naranja pendía sostenido por una estructura de metal. Empujó la puerta derecha y el sonido de conversaciones llegó a sus oídos. Por dentro, la decoración de paredes, mesas y barra eran de colores combinados con el anaranjado y rojo. 

Dylan recorrió con la mirada el bar, y en el fondo del mismo, estaba sentado un hombre de cabello corto cobrizo bebiendo agua tranquilamente, mientras leía algo en una carpeta amarilla. Justo cuando lo miraba, el hombre levantó la mirada y choco con la de él. Alzó su mano izquierda, la que estaba libre, para saludarlo. 

Un sentimiento cálido creció en el pecho de Dylan; estaba agradecido con aquel hombre, a pesar de que nunca lo llegaría a admitir en voz alta.

Serpenteó las mesas hasta llegar a la del hombre. Pidió permiso y corrió la silla hacia atrás para sentarse. Se removió inquieto en su asiento, sin saber como empezar la conversación. 

—Hola muchacho, ¿cómo estás? —preguntó el hombre en un tono casual.

—Bien, señor. Tuve un pequeño accidente por distraído, pero nada grave —Cuando se ponía nervioso, hablaba demás.

El hombre lo observó ladeando un poco la cabeza.

—¿Señor? No me llames así, no soy tan viejo —rió—. Mi nombre completo es Robert Koblic, pero cuando estoy de servicio solo soy Agente Koblic —declaró, cerrando la carpeta amarilla par centrar su atención en Dylan.

—Bien. ¿Entonces debería llamarlo Agente Koblic?

—Como te sientas más cómodo, hijo. 

Dylan volvió a removerse en su silla. Sabía el motivo de porqué su reunión se llevaba a cabo fuera de la comisaría, por lo que se inquietaba al pensar en cómo abordar el tema. 

—Dylan, —dijo llamando su atención de nuevo— sé que esto es difícil para ti. Y también peligroso. Pero ambos sabemos que el Departamento de Policías no hará mucho por tu amiga. No les conviene —confesó Robert en un tono de voz más bajo. 

No me rendiréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora