Caminando a paso veloz el joven rubio se acerco a aquella bella figura, su corazón se aceleraba cada vez mas sin embargo intento tener seriedad y con voz resonante dijo.
- hola hijo, buen día ¿que te trae por aquí? -
El azabache sintió como su pálida piel se erizaba, su corazón se acelero en cuestión de segundos, sus manos sudaron con velocidad.
-he venido a cumplir mis labores padre-
Dijo con voz seria mientras dirigía su mirada a el joven de rubios cabellos.
Menuda sorpresa se llevaría al ver aquella silueta, grande, hermosa, de lindos cabellos rubios y ojos azules cual cielo, una voz resonante. Amaba esa mirada, de un momento a otro esa mirada le encantaba.- ¿Tiene tiempo padre? -
Pregunto el pequeño azabache dirigiendo su mirada a el mayor.- Claro que si hijo, ¿qué es lo que deseas? -
Pregunto con curiosidad mientras le sostenía la mirada.-Quiero confesarme -
Ambos se dirigieron a el confesario, el rubio entro a la cabina, por su parte el joven se posaba de rodillas a un costado de el confesario.
-ave maría Purísima -
-sin pecado concedido -
-dime tus pecados hijo -
Dijo el padre, mientras su respiración se aceleraba, no sabia que era lo que podía haber hecho este lindo niño para querer confesarse.
Dentro de la mente de el rubio solo se imaginaba un pecado el cual era no honrar a sus padres.El menor irrumpió el silencio diciendo.
-he cometido muchos pecados, no me arrepiento de casi ningún otro mas que de este.
Hace 2 días he tenido sueños perversos, me he tocado pensando en usted, me apena decir estas cosas, no he hecho mas que pensar en usted.
Quiero pedir perdón por mi lujuria y por estar en mal camino padre -Terminado de decir esto el joven de cabellos rubios no sabía que decir, sus manos temblaban y su respiración era muy agitada, su rostro se pinto de un color carmesí, sus labios estaban empapados por su saliva, imaginaba esa bella y deseable silueta en cuclillas frente a el.
Cuando iba a otorgar la penitencia de el chico escucho un pequeño crujido, cuando miró nuevamente por la ventanilla pudo observar como el chico de cabello oscuro se levantaba y se dirigía a la oficina principal del ministro.
El rubio no pudo esperar, quería respuestas así que lo siguió a paso veloz, cada paso que daba le aceleraba la respiración, cuando logro alcanzar a aquel bello chico pudo observar como dejaba unos documentos en el escritorio de la ministro.
Después de esto, el chico salió de la oficina dirigiéndose a el ático de la iglesia, era un lugar bastante alejado de cualquier otro. El rubio siguió cada paso de el azabache hasta quedar ambos frente a frente dentro de aquél lugar.
Sabían lo que querían, y sabían que si hacían caso de sus deseos estarían traicionando cada una de leyes de la iglesia.Aquí comienza el lemom mis lectores y lectoras
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Llévame a la condena eterna
Hayran KurguEl padre Erwin Smith, uno de los mejores presbíteros, hombre amado y respetado por millones, de carácter decidido y tenaz fue enviado por los cardenales a una pequeña iglesia situada a las afueras de Londres. Jamás imaginó que lo que encontraría a...