Capítulo XXIX

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Oscuridad.

Estaba sumergido en ella. Profunda, aterradora, fría, absoluta.

Oscuridad.

Peor que una noche sin estrellas y sin luna.

¿Cómo había llegado ahí?

El silencio de su mente era escalofriante.

Podía ver, oír y sentir todo a su alrededor, todo lo que hacía. Pero no podía controlar sus movimientos, sus manos, sus pies, sus extremidades, nada de él le obedecía.

De alguna forma intuía el hecho de haber perdido el control, pero era tan confuso lo que sentía que por un momento, creyó que todo era una pesadilla.

Un golpe, el olor de la sangre llamó su atención. Otro golpe, y luego otro y otro. Sentía todo en carne viva, definitivamente esto no era un sueño, su fuerza lo había dominado por completo y no podía conectar su mente humana con su cuerpo, parecía estar aislado en su propia cabeza. Todo lo que era Aiden, sus recuerdos, emociones, y sueños se había relegado al rincón más oscuro de su cerebro. Su inconsciente. Estaba vagando a la deriva mientras que la mente del animal estaba al frente, apoderándose de su cuerpo.

¿Se había vuelto salvaje? Se preguntó ¿Era eso lo que se sentía rendirse a su animal?

—Emma podrá tener su sangre ¡Pero su corazón me pertenece!

Esa voz... Ese aroma... Fue una luz para su alma en esa horrible oscuridad. Riley. Estaba viva. Si tan sólo pudiese volver en sí...

La puerta casi se rompe con el impacto, el instinto primario de la bestia era liberarse. Huir de su encierro. Cada vez estaba más cerca, de perderse para siempre.

Ya no recordaba cuántas veces había abierto los ojos sólo para ser golpeado y caer en la inconsciencia. La última vez había sido ahí, en su cabaña, Aiden intentó cuanto pudo para moverse, tomar el control de su cuerpo, pero le parecía algo inútil, sus intentos eran torpes porque no sabía cómo hacerlo.  

¿Cómo podía reconectar su mente con su cuerpo?

—¿Aiden?

El gruñido de advertencia le pareció extraño en su propia voz casi animal.

—Soy yo, Riley.

Pudo visualizar su rostro a través de la bruma que nublaba sus ojos. Ella estaba recargada contra la puerta, sin temor en su expresión, mirándolo con ese anhelo implícito en sus ojos.

—Riley

Su voz nunca salió de su garganta, se hizo un espantoso eco en su mente.

¡Riley!

Nada. No había forma de provocar una reacción.

—Está bien Aiden —su dulzura fue reemplazada por una amarga tristeza—. Está bien.

Pasiones Ocultas [Serie Ice Daggers 4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora