Capítulo 14

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Teo bajó por el elevador del que había salido ya tantas veces con una sonrisa, pero no había alegría en su rostro. Había llamado a Arturo para que lo fuera a recoger. El joven chofer había llegado en taxi ya que Theo tenía su auto esperando. Cuando vio el semblante de Theo el propio se oscureció, parecía que había problemas en el paraíso.

-¿A la oficina?- preguntó después de abrirle la puerta y subir él mismo al auto.

-No...- Theo se lo pensó y después de un profundo suspiro le indicó la dirección que aparecía en el expediente de Nabil. El día estaba brillante y la gente animada a primera hora del día. Él deseaba que ojalá estuviera lloviendo tan mal que no fuese posible ver tantas buenas caras en la calle.

Resignado cerró los ojos y se mantuvo todo el camino en silencio

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Resignado cerró los ojos y se mantuvo todo el camino en silencio.

-Llegamos señor- no podían entrar al estacionamiento subterráneo ya que era privado, pero la entrada parecía más accesible. Theo bajó sin realmente tener mucha idea de qué hacer cuando notó una espalda familiar caminando desde la recepción hasta el elevador. Cuando la algo encorvada figura entró pudo ver su rostro, era Bill. Sonrió amargamente, así que ésta era la verdadera residencia de Nabil, incluso la prensa sabía más que él.

Con la mirada en el numerador del elevador tomó nota del piso en el que Bill bajó y esperó para subir y poner el mismo piso, solo se quedaría en el pasillo hasta que el hombre mayor saliera. Se sentía desanimado, deprimido y el corazón le dolía terriblemente.

No tuvo que esperar demasiado, no más de dos minutos después vio a Bill salir de una de las puertas y caminó tranquilamente hacia él. Cuando el chofer lo vio se sorprendió, pero suponiendo que la residencia de su jefe ya no era un secreto después de San Valentín simplemente le saludó con un asentimiento de cabeza antes de pasar por su lado.

Theo se detuvo frente a la puerta de la que Bill había salido y se quedó varios segundos parado frente a ella, pensando qué diría al verlo. Las posibilidades de que quien le abriera no fuese Nabil, ¿quizá era la casa de Bill? Eso sonaba ingenuo pero él podía aferrarse a la esperanza. Después de cinco minutos frente a la puerta finalmente llamó al timbre. No pasó mucho antes de que abrieran sin usar el intercomunicador.

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