Masacre en Mayllem-Carson

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CAPITULO IX – MASACRE EN MAYLLEM CARSON

El humano se ha preguntado toda su joven existencia por qué rezan a ídolos que constantemente responden con un silencio asesino y que cuando responde lo hace en forma de caos y plagas, no importan los sacrificios, no importan las multitudes, los ídolos creados por el hombre son igual de ingenuos e incapaces que él.

Es por eso que el Culto decidió continuar estudiando el misterio en torno a la morada de metal y roca que yacía en el desierto, pero poco habían logrado conseguir, sus caravanas eran siempre devueltas en llamas por su errante guardián, solo quedaba aprender de la semilla de la plaga que el ya fallecido maestro ocultista había conseguido del cadáver de James J. Hubert, el culto ha cambiado muy rápido, los habitantes de la academia Mortus-Fort eran jóvenes y vigorosos, guerreros, hombres de combate, hombres y mujeres, los antiguos y viejos ocultistas representaban solamente los cimientos de una religión que profesaba la liberación de aquel que mora en las arenas, un acto de compasión que podían realizar los seres humanos en respuesta a todas las veces que sus ídolos fabricados guardaron silencio, ayudar a un ser perdido a volver a su hogar, sin importar que eso signifique abrir las puertas entre la tierra y el inframundo.

Pero una madrugada en que el frio primitivo que parecía enfriado en el corazón de un glacial inundaba el valle, a puertas de Mortus-Fort llegó a tropezones y casi sin aliento un hombre de apariencia inmoral, mal vestido y aparentemente enfermo, sin embargo fue auxiliado por los estudiantes de guardia, con el poco aliento que le quedaba pudo contar que provenía de Mayllem-Carson y el hombre ahogado que había esparcido su peste y había traído la muerte a la villa, instantes después murió. Los ocultistas enviaron estudiantes a investigar disfrazados de comerciantes fue sencillo enterarse de todo lo ocurrido, aquellas noticias llegaron también a oídos del rey y todo aquel que moraba en el valle.

Y el culto se lamentó, habían estudiado suficiente la semilla de plaga para darse cuenta de lo que pasaba, el hombre había sido infectado con la plaga de Ceppyr, encubado la semilla dentro de sí, todo aquel al que dañase seria infectado a su vez y la semilla se propagaría por todo el valle, pronto seria incontenible, así que prepararon gases, toxinas, armas y todo lo necesario para erradicar la plaga joven que había en Carson y enviaron a dos de sus mejores estudiantes.

Partieron cuatro días después de la academia Mortus-Fort hacia el pueblo, en el transcurso pudieron observar la desolada vista que ofrecía el castillo, era como si un aura de miseria se postrara sobre él, la hierba muerta, las cadenas oxidadas y las paredes limosas indicaban que el antiguo linaje se encontraba pendiendo de un hilo muy delgado y podrido, pronto se extinguiría como había pasado con los reyes anteriores, ahora la paz del valle descansaba sobre el Culto.

Llegaron a Carson después de una larga y muy apresurada carrera por las oscuras sendas a Carson, el lugar era tal como lo imaginaban, un lugar desolado, típico de una tierra azotada por una peste desconocida y el horror colectivo, pero había otro olor en el aire además de las plantas muertas y los charcos de lodo putrefacto, ese olor era la sangre, sangre fresca, sangre derramada por las garras de bestias primitivas que solo pueden ser creadas por la plaga, así que los estudiantes, tomaron sus espadas, ornamentadas con escritos antiguos que se creía otorgaban un daño mayor, afiladas pacientemente y forjadas con el metal más sólido de la región, también tenían un rociador de toxinas, un dispositivo inventado por el Culto con el cual pretendían crear una reacción química que ahuyentara a los engendros de la plaga, caminaron lento y en alerta por el fango, aun llovía, sus pesados trajes de cuero grueso se empapaban mientras avanzaban, hasta que llegaron a la plaza y pudieron ser testigos de la masacre que había tenido lugar en la villa, decenas de cuerpos mutilados, de hombres y mujeres, ancianos e infantes, todos por igual alfombraban el suelo de tabiques y pintaban de rojo el agua que bajaba por las calles, había también cadáveres de extrañas alimañas, hombres con apariencia monstruosa, tenían el cuerpo de hombre con protuberancias en forma de roca que era a su vez blanda, las tenían por todo el cuerpo y sus rostros eran de apariencia mórbida, las quijadas eran de mayor tamaño que el resto de las personas y sus dentaduras largas, punzantes como las de un animal salvaje, una de esas alimañas saltó de uno de los tejados hacia los ocultistas pero los estudiantes eran hábiles y ágiles, fue relativamente fácil para los emisarios del Culto rebanar el cuerpo de la bestia antes de que llegara al suelo, su torso cayó partido por la mitad, la bestia aún vivía y chillaba pero no de dolor, un chillido de rabia y furia frenética que lo mantenía respirando, así que fue al final decapitado.

El silencio inundaba la aldea, pensaron en regresar a la academia cuando las puertas de la catedral se abrieron y de su tenebroso interior comenzaron a emerger las personas, primero los hombres apuntando con sus trinches y su hachas, con sus antorchas y metales

¡Quienes son y a que vienen! —Preguntaron exaltados los hombres.

Pero los estudiantes guardaron sus armas y se descubrieron el rostro, alzaron las manos vacías en señal de tregua.

Somos emisarios de Mortus-Fort... hemos sido enviados en la misión divina de liquidar la plaga que ha azotado sus hogares hace cuatro noches. —Los hombres se tranquilizaron y de igual manera bajaron las armas. —hemos auxiliado a uno de sus vecinos que acudió desesperado por ayuda a puertas de nuestros aposentos, por eso hemos venido y jamás para causarles más infortunios.

-Pensamos que eran más de esas bestias...

Los estudiantes se acercaron a examinar de cerca los cadáveres de los engendros solamente para confirmar una vez más que se trataba de la plaga, los pobladores contaron que entrada la noche, una ola de gritos desgarradores despertó a los vecinos y en instantes las calles estallaron en completo caos, la gente corría despavorida mientras eran perseguidos por los demonios de piel cubierta con protuberancias y largos colmillos babeantes, los que pudieron corrieron a refugiarse a la catedral y ahí esperaron hasta la llegada de los enviados. Los estudiantes decidieron volver a Mortus-Fort donde los maestros decidieron enviar un gran grupo ocultistas a Mayllem-Carson, a instalarse en la catedral y sus alrededores para proteger a las familias y tratar de erradicar la plaga, por primera vez en mucho tiempo Mayllem-Carson dormiría tranquila, sabiendo que su sueño estaba en vigía de expertos asesinos de bestias, y poco a poco, la fe en el antiguo linaje desaparecía.

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