CAPITULO III – EL REY
Poco —o casi nada— se sabe de la línea de sangre de los Ol'Galas, cuando Mayllem-Carson fue fundada siglos atrás, los primeros exploradores fueron enviados por Jonas Hattaway, fundador de Mayllem-Carson en búsqueda de recursos y/o civilizaciones vecinas, fue sino el anciano Fred Luther, explorador a caballo, quien en una de sus patrullas de rutina a través de las pronunciadas laderas y extensos acantilados vio por primera vez opacado el radiante sol del valle por la monumental estructura en lo alto de una ladera, una extensa hilera de doscientos escalones de mármol finamente cortado daban paso a una fachada poco agradable a la vista pero que sin duda era parte de una sólida construcción, una enorme puerta de dos piezas fabricada en roca que se abría con un pesado y extraño mecanismo interno, en el centro, el que parecía ser el escudo de armas del linaje que en ella habitaba, una estrella de ocho puntas tallada en un metal azul con brillo opaco, adherido con enormes y oxidados pernos a la colosal entrada. Fue recibido por un joven Rey Franco I hijo del linaje Ol'Galas, sin un batallón de caballerías, sin guardias reales que lo acompañaran pues nunca se les vio en los caminos próximos, salvo por un par de vigías en las torres laterales de la fortaleza, y sin una espada colgando de sus fuertes armaduras, fue Fred Luther invitado a la sala del Rey con gran fraternidad y el recibimiento digno de un conde, incluso habiendo dejado en claro que su labor se limitaba a la de un anciano explorador en busca de líneas de comercio, sin embargo el rey ordenó al cocinero real los más finos cortes y las más añejadas copas de licor para el cansado viajero, a quien presento a su hijo, el infante de apenas 6 años Franco II de Ol'Galas. Pasaron varios años, los negocios entre ambas potencias permitieron un gran crecimiento en la economía y sabiduría para Mayllem-Carson, pues su castillo fue prestado a los entonces jóvenes estudiantes de Carson, cuando el Rey entró en su madura edad, partió en un viaje rumbo al desierto, más allá del castillo y jamás se le volvió a ver.
El Rey Franco II, hijo del célebre Franco I de Ol'Galas es ahora un hombre viejo, sus más de cinco décadas pesaban en su apariencia, su larga barba conservaba apenas poca oscuridad víctima de la madurez y sus largas ojeras bajo sus ojos cansados lo delataban, alguna vez fue un campeón de vigorosa fuerza, pero ahora su cuerpo se ha emblandecido pero incluso en este deteriorado estado lucia imponente, su mirada longeva era penetrante y su enorme estatura imponía respeto donde quiera que caminase con sus típicas vestiduras de cuero curtido, era también extrema —y casi obsesivamente— reservado, sus jóvenes descendientes, los gemelos Lisa y Frey Ol'Galas tenían prohibido entrar en la sala real, solo el más viejo de los estudiantes de la biblioteca y su amada esposa Lucila Mercedes tenían permitido entrar en dichos aposentos donde además de descansar estudiaba día y noche las antiguas escrituras, evangelios escritos o heredados por su precursor y otros tantos recuperados por los eruditos en sus viajes al páramo de lo desconocido, textos que hablaban de un poder prohibido no concebido para la mortal humanidad, que aguardaba con una caótica, frenética y reprimida furia, sabía que la responsabilidad de acallar el maligno susurro decaía sobre su antigua línea de sangre pues así se los inculcaron sus ancestros, generación tras generación se cuenta, los reyes han partido al páramo, dejando atrás la estela de incertidumbre para el valle y un hijo varón, que en caso de no volver deberá continuar cultivándose en los evangelios, así la familia entera ha perdido los reyes Ol'Galas, en lo desconocido, encontrándose con un destino que no está escrito en los antiguos textos o en los libros más oscuros.
Los príncipes de la familia Ol'Galas solían comenzar a edad muy temprana sus estudios sobre el páramo impulsados unos cuantos por una sed incontrolable de entendimiento sobre lo desconocido y otros tantos por una venenosa hambre de venganza y rencor pues culpaban a los maléficos evangelios de la perdida de sus padres y abuelos, únicamente viajaban a él cuándo a entrada edad, su sabiduría y valentía estaban firmemente erigidas por sus años de estudio, nunca hubo un cuerpo de un rey de la familia al cual darle un sepulcro digno, la cripta familiar estaba ocupada únicamente por las reinas y las princesas que fuesen celosamente alejadas del conocimiento antiguo y junto a ellas una pared con placas metálicas, con los nombres de los extraviados hombres que entregaban su vida al infértil desierto en el horizonte.
Los reyes pasaban toda su vida en cautiverio, al partir, el más viejo de los eruditos debía ser el mentor del joven, quienes de forma nata y casi instintiva entregaban su libertad para sumergirse en aquellos mares de papel y versos maléficos, documentos de fragilidad errante consumidos por el incesante paso del tiempo, libros antiguos naturaleza perniciosa y otros recuperados por los antiguos reyes que aun representaban una enorme laguna de conocimiento no descubierto, pues la gran mayoría habían sido escritos en idiomas desconocidos, un mar en el que no podían nadar.
Muchas veces el rey Franco II fue cuestionado sobre su conocimiento por los miembros del culto con quienes se reunía ocasionalmente y argumentaban:
— ¿Cómo puede bañarse en la gloria de poseer tal conocimiento un hombre que jamás ha dado paso más allá de la gran puerta de roca?
A lo que el rey frecuentemente y con una arrogante seguridad conseguía replicar.
—Deben saber, genios caminantes que en mi reclusión voluntaria aprendí que la soledad es el estado más educativo para el alma humana.
Esto desataba un debate entre el rey que escuchaba atento los comentarios bien fundamentados de los ancianos ocultistas.
—Pero dígame rey —formuló entre todos el más anciano— ¿no es verdad que no ha habido en todo el valle, y en todo el tiempo anterior a este un rey que posea el conocimiento capaz de competir con las mentes de estos sedientos caminantes o con su sabiduría? Pues todo cuanto sabe desde su niñez proviene de las peregrinaciones del Culto.
El rey no supo que responder en esta ocasión, lo que provocó que los eruditos festejaran entre dientes aquella victoria de filosofías. El rey se puso de pie y caminó hacia el escritorio de pino labrado en Mayllem-Carson que descansaba al final de la cámara real, se apoyó en brazos y meditó un poco, luego dio la vuelta hacia los ancianos y refutó.
— ¿sabe alguno de ustedes como nació lo desconocido? —los miembros del Culto se miraron entre si incapaces de articular un solo sonido con sus cansados labios. — verán, todo cuanto existe afuera no es necesario para mi saber, pues al final cuando me enfrente al morador del desierto necesitaré información muy específica, la cual debo asumir me ha sido celosamente heredada por generaciones, no dudo de la sabiduría de los errantes caminantes, mas ellos no deben dudar del coraje que descansa en mi brumoso destino.
En pros de la sociedad celebrada entre el linaje y el Culto, aquellos debates siempre culminaban en un intercambio de información, pues se había estipulado que la familia Ol'Galas únicamente haría entrega de escritos del linaje cuando el Culto entregase información peculiar de alta relevancia y trascendencia a la corona, y en aquella ocasión había dos documentos que ocupaban lugar en el célebre trueque y que marcarían un antes y después en guerra antigua entre la familia real y el morador del desconocido páramo.
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El Antiguo Linaje
Ciencia FicciónUna antigua maldición se cierne sobre una vieja linea de sangre, por generaciones los Reyes Ol'Galas han partido al desierto en busca de detener la peste en su reino sin lograrlo. Ahora, con ayuda de una siniestra religión intentarán descubrir los...