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El sonido del teclado es lo único que se escucha en todo el lugar, los tacones de las chicas resonaban al caminar y la impresora hacía su trabajo.
—(1), te llama el jefe, necesita las entregas de los informes de laboratorio.
Mi compañera me mira con odio antes de salir, suspiro y me ato mi cabello largo en una coleta baja con ayuda de mi coleta con un moño celeste, agarro los informes y corroboro que estén ordenados por fecha y me levanto para encaminarme hacia la oficina en el siguiente piso. Al terminar de subir las escaleras toco la puerta de la oficina de mi jefe.
—Adelante—escucho tras la puerta, no tardo en pasar y su mirada se posa en mi, me entrega una sonrisa— ah, (1), gracias por venir, necesitaba esos informes—dijo levantándose y acudiendo a mi, se los entrego en mano, cierro la puerta como siempre antes de que el me lo pida, le gusta estar aislado del ruido.
El silencio se instala, al voltear veo que está sentado sobre el escritorio leyendo los informes por encima, los deja a un costado y me sonríe de nuevo.
—Gracias, desde que llegaste los informes de laboratorio son más impecables, en serio, no sé que haría sin ti.
Se acercó a mi, yo ilusa le ofrecí la mano pensando que iba a darme un apretón pero...recibí un beso en mis labios a cambio, al separarse me entregó una sonrisa seductora, mi mano no tardó en moverse para darle una bofetada en la cara, su sorpresa era tan grande como la mía ¡había golpeado a mi jefe!
—Lo siento—dije apenada preocupada por mi puesto, pero...él solo se río en mi cara.
—Que divertida eres (1).
La sangre me hierve, ¿divertido? ¿Esto le parecía divertido?
—Lamento mucho que haya recibido ese golpe...pero se lo tiene merecido—objeté, el me miró confundido—, no soy una cualquiera.
—¿Qué? ¿No sientes nada por mi? Pensé que estabas interesada, digo por la forma en que me sonríes y eso.
—Señor Tikurama, no confunda coqueteo con amabilidad y simple cortesía, usted es mi jefe y siempre me dirijo hacia mis mayores con respeto y eso que usted hizo está fuera de lugar.
Sin esperar una respuesta de él me volteé y salí de su oficina, al bajar las escaleras mi ira iba bajando, frené en un descanso y miré mis manos temblorosas.
—No...contrólate, no dejes que los nervios te hagan sacar tu particularidad, no ahora.
Inhalo, contengo y suelto el aire, y, dispuesta a seguir con mi trabajo, piso el primer escalón y...un ruido ensordecedor me aturde y el impacto me empuja.
Al abrir los ojos veo que mi particularidad que tanto oculto me salvó, el campo de fuerza me protegió de los escombros que fueron proyectados por la explosión. Entre el humo y el fuego puedo ver como un hombre corpulento se asoma, tiene armas en sus brazos y una mascara para no inhalar el humo.
