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|CAPÍTULO TREINTA Y NUEVE; HERIDA |

Mayra llegó a su residencia a rastras, no entendía como llegó a salir viva después de esa terrible caída de la ventana

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Mayra llegó a su residencia a rastras, no entendía como llegó a salir viva después de esa terrible caída de la ventana. Estaba segura que tenía una costilla fracturada, algún hueso roto. Sus brazos llenos de cortes, su pantalón manchado de sangre al igual que su blusa. En su rostro había algunas manchas de sangre, agradeció que no se cortó la cara porque le costaría mucho sanar.

Soltó un gemido de dolor al sacarse los pantalones, estaba recostada en el sofá del living. En la pequeña mesa frente a ella estaba todo lo que necesitaba para curar sus heridas, alcohol, tijera, algodones, vendas blancas, un cuchillo y aguja e hilo para las heridas más profundas. Y lo más importante, una botella de Bourbon a su lado.

Empezó a desinfectar las heridas tirando alcohol sobre ellas, le ardía como puta madre. Pasó el algodón limpiando la sangre junto al alcohol, tomó el cuchillo y de un impulso se lo clavó en el cuarto izquierdo sintiendo como el aire se le iba y como el dolor arrasa su cuerpo. Aprovechó el tiempo y empezó a limpiar sus brazos con alcohol, gritos de agonía se podía escuchar. Con un veloz movimiento tomo un gran trago del pico de la botella de Bourbon, se colocó algunos parches en sus manos, sin quitar el cuchillo, siguió el mismo procedimiento en las piernas. La respiración de Mayra se apagó cuando tomo el cuchillo de su pierna dispuesta a tirar de él, se puso unas de las vendas en su boca para no soltar el desgarrador grito y sacó de él tan rápido como pudo ser posible. Apretó con tanta fuerza que pensó que sus dientes se rompían, volcó una gran cantidad de alcohol y lo limpió tan cuidadosa con los algodones, lagrimas de dolor salían de sus ojos. Tomó la aguja y el hilo, con las manos nerviosas trató de enhebrar, soltó un gruñido cuando se le hacía imposible. Trató de calmarse y lo logró, se empezó a cocer la piel tan concentrada, el dolor se había ido ya no sentía su propio cuerpo.

Quitó lo utilizado sobre ella y los dejó sobre la pequeña mesa de vidrio, agarro la botella de Bourbon y le echó un largo trago tirándose hacía atrás sobre el cómodo respaldo del sofá.

Cerró los ojos disfrutando del acogedor silencio casi durmiendo sentada. El timbre de su residencia suena arruinando cada pizca de tranquilidad. Mayra se reincorporó lentamente sin hacer un movimiento tan brusco, se tomó todo su tiempo al caminar hacia la puerta.

Caminaba cogenado por la pierna herida, abre la puerta con una cara de pocos amigos. Saca sólo su cabeza y ve que no hay nadie, observa al pavimento y no hay rastro de una persona. El sol ya se estaba ocultando, no iría al baile no tenía ganas, sólo iría por Rebekah pero ella ya no está. Sus ojos verdosos caen en el tapete de la entrada, donde se encontraba una caja color roja pasión con un moño blanco muy elegante, sobre ésta había una carta color marrón viejo casi desgastado.

Con el esfuerzo posible se agacha un poco y toma la caja, un poco pesada, en sus manos. En sus recuerdos esas cajas eran algo típico de Elijah, suspiró al recordar al honorable que le había hecho pasar lindos momentos. Con las cartas en manos, suavemente la comenzó a abrir ya que las heridas de sus manos no la ayudaban mucho. Lo primero que reconoció al abrirla fue la calidad y perfecta letra, tan diferente a la de Elijah.

BANSHEE ▶TVD & TO ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora