I. Casi hermanos

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Amigos de la infancia es un término que parece insuficiente, si se trata de describir la relación entre Oh SeHun y Park ChanYeol. Se conocieron en el jardín de niños, una mañana, en medio del receso para desayunar. A ChanYeol se le había caído su emparedado al suelo, y lo miraba con los ojos llenos de lágrimas. SeHun se sentó junto a él, y partió el suyo a la mitad, para compartir uno de los trozos con el niño triste. Después eso, cada vez que los compañeros de clase molestaban a ChanYeol por ser el más alto o por tener las orejas más extrañas, Sehun siempre se ponía de su lado, defendiéndolo y consolándolo. Se prestaban los juguetes y compartían los dulces, incluso, habían nacido con solo una semana de diferencia, por eso sus padres les organizaban una fiesta de cumpleaños compartida.

Conforme pasaba el tiempo, su amistad se volvía más profunda y compleja, hasta el punto de presentarse como hermanos ante los nuevos amigos. Sin embargo, a pesar del fuerte lazo que compartían, no podían ser más diferentes. ChanYeol había nacido en el seno de una familia de clase media, que luchaba por mantener la mejor calidad de vida posible. Su padre tenía dos trabajos, y siempre se esforzaba por darle lo mejor a su único hijo. El chico siempre conservó la personalidad de un niño pequeño, se asombraba con las cosas más tontas, siempre estaba sonriendo y de buen humor. Era amable, humilde y honesto, le costaba mucho mentir, por eso siempre los atrapaban a él y a SeHun cuando se saltaban las clases o cuando hacían alguna travesura. SeHun, por otro lado, había nacido en cuna de oro. Su padre era el presidente de una empresa exportadora de textiles, por lo tanto, nunca le faltó nada. Mientras los padres de ChanYeol luchaban para mandarlo a las mejores escuelas, SeHun tenía su futuro asegurado. Aunque su carácter era mucho menos afable, tenía todas las oportunidades en sus manos. SeHun no era del todo amigable, a pesar de que poseía un encanto especial, que parecía atraer a las personas. Aunque era un cínico, también era bien parecido, y todos perdonaban su descortesía. En general, usaba sus encantos para seducir a chicos y chicas por igual, porque SeHun era una especie de adicto al sexo. Aunque, su verdadera adicción, era la satisfacción que sentía al ser idolatrado por sus conquistas. Le gustaba la atención, los halagos. Le gustaba que los chicos alabaran su bien dotado cuerpo, y que las chicas se derritieran de amor por él. Romper corazones no estaba en la lista de las cosas que le importaran. Después de acostarse con alguien, desaparecía de su vida para siempre.

ChanYeol era diferente. Para él, siempre fue difícil relacionarse románticamente con las chicas. A diferencia de su mejor amigo, él sólo bateaba para un solo lado, aunque nunca llegó a enamorarse de verdad. Salió con algunas compañeras de clase, pero siempre fallaba al intentar conectarse emocionalmente con alguna. De hecho, a los dieciocho, había perdido la fe en el amor. Decidió concentrarse en su única pasión: La música. A pesar de que su padre se opuso en un principio, al final decidió apoyarlo y dejarlo estudiar en el mejor conservatorio de Seúl. SeHun, por su parte, fue enviado a estudiar negocios a Alemania, como su padre había previsto, casi desde su nacimiento.

La despedida de los amigos fue triste, claro, ChanYeol le dio un fuerte abrazo al viajero en el aeropuerto. SeHun se burló de él porque un par de lágrimas se escaparon de sus grandes ojos marrones.

—¿Vas a llorar ahora? Pensé que yo era el único medio marica en esta relación, idiota —se burló SeHun, dando una palmada en la espalda de su amigo.

—¡Cállate! —ChanYeol lo empujó—. Es la primera vez que te vas por tanto tiempo. Serán tres años.

—Vendré en las vacaciones. Te compraré un lindo vestido.

ChanYeol lo empujó de nuevo, pero una sonrisa se dibujó en su rostro.

—Cuídate, ¿sí? Procura no infectarte de SIDA mientras estés en Alemania.

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