XXII. Verdades

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Con la naciente luz de la mañana, SeHun pudo ver los rasguños en el cuello y los brazos de BaekHyun. El barista se había acurrucado en sus brazos, después de pedirle perdón cientos de veces. ¿Qué podía perdonar? No había nada, ninguna falta. Porque, todo lo que había ocurrido, era culpa de la suerte cruel del barista. Él no podía controlar esos episodios psicóticos, SeHun no podía culpar a nadie. Quizá, solo a sí mismo, por haber despertado aquella enfermedad.

El barista se retorció en sus brazos, pero encontró la calma de nuevo, después de que su prometido besara su frente.

—Debo ir a trabajar, Baek —anunció el empresario, en un susurro. El chico más bajo asintió adormilado, removiéndose un poco—. ¿Quieres que venga MinSeok a dormir contigo?

—Sí —murmuró el barista.

SeHun lo besó en la frente otra vez y se levantó despacio. Cubrió el pequeño cuerpo de BaekHyun con las mantas, no quería que sintiera demasiado frío. Unos minutos después, MinSeok estuvo acostado junto a él, rodeándolo con sus brazos.

—¿Ya se fue? —la voz de BaekHyun sonaba algo ronca, como si se negara a despertar.

—No. Está tomando un baño —MinSeok bostezó y se acurrucó en el calor de su amigo—. No piensas pasar todo el día en la cama, ¿verdad?

—Sí.

—No lo harás, Baek.

—Estoy apenado. Sé que ayer me porté mal.

—No pudiste controlarlo... No fue tu culpa.

—Lamento mucho que tengan que pasar por todos estos problemas... No sé por qué siguen a mi lado.

—Porque te queremos, tontito —MinSeok frunció el ceño—. No empieces con la autocompasión. Ese ya es un chiste viejo.

—¿Qué esperas de mí?... Soy una carga.

—¡Sh! —MinSeok golpeó la cabeza de su amigo suavemente—. Voy a enojarme si sigues hablando así.

BaekHyun suspiró y se acurrucó en los brazos de su amigo también. Había pasado un largo tiempo desde que había disfrutado de su presencia. De pronto, se percató de lo mucho que lo había extrañado. MinSeok había sido su única familia en sus años de universidad. Era el único que sabía de su enfermedad y lo cuidaba. Después llegó SeHun, aunque eso empeoró las cosas, el chico rubio nunca dejó de protegerlo. El barista creía que habían sido amantes en una vida pasada, y que en esta les tocó ser hermanos de alma.

—Por cierto, ¿qué haces aquí? —BaekHyun preguntó, mientras enterraba el rostro en el cuello de su amigo.

—Obtuve mis papeles más rápido de lo que pensé. Mi sexto sentido me dijo que debía venir cuando antes a Corea, y no se equivocó.

—Pensé que solo las mujeres tenían un sexto sentido...

—Los MinSeokkies también lo tenemos, tonto.

BaekHyun dejó escapar una risa suave.

—Mi sexto sentido también me dijo que no tomaste tu medicina a tiempo.

—No me regañes.

—Sí voy a regañarte. Sabes perfectamente que no debes dejar de tomar tu medicina bajo ninguna circunstancia.

—A veces se me olvida —confesó BaekHyun, sintiéndose avergonzado.

—Bueno, ya llegó el general Minnie, y él se encargará de que tomes tu medicina a tiempo.

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