Sannin de Konoha 20

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La llegada de los KuroiZetsu

Lady Hinata se agarró al alféizar de la ventana con dedos temblorosos y se asomó.

-¿Quién anda ahí? -aunque ya sabía la respuesta.

El hombre que retenía a Kabuto con la daga miró hacia la ventana abierta. Se retiró la capucha y sonrió.

Hinata descubrió que sus sospechas se confirmaban, ahí estaba el hombre a quien ella había conocido como Otsutsuki Toneri.

-¡Buenas noches, lady Hinata-chan! -la voz refinada y sonrisa resplandeciente de Toneri seguía siendo tan encantadoras como siempre.

Hinata lo miró fijamente, por un instante negándose a creer que de verdad estuviese dentro del perímetro de las murallas.

Pero no podía negar la realidad.

La potente luz de las antorchas proyectaba un brillo diabólico sobre los rasgos de Shinju. Era hermoso y elegante, esbelto y distinguido, tal como lo recordaba. Un hombre irresistiblemente atractivo, con dedos largos y afilados. La capa negra se arremolinaba sobre su cuerpo como la piel a las serpientes.

-¿Cómo has cruzado la muralla? -preguntó Hinata.

-¡Qué pregunta tan estúpida! Soy mago -respondió Shinju con una radiante sonrisa -Abra la casa, señora. Quiero los libros que este muchacho insensato no consiguió traerme.

-¡No lo haga, lady Hinata! -gritó Kabuto -¡No le deje entrar!

Kabuto se calló, asfixiado por la presión del brazo de Shinju alrededor de su cuello.

Hinata observó detenidamente el rostro de Toneri.

-Si de verdad eres mago ¿por qué no te materializas simplemente dentro de mi casa y te llevas el libro?

Shinju seguía sonriendo -Materializarse y desmaterializarse es una labor complicada, señora, incluso para un mago tan experto como yo. Preferiría hacer esto de la forma más sencilla posible.

-¿Estás loco?

-Me traerás los libros que necesito o mataré a tu juglar aquí y ahora... -la daga que Shinju tenía en la mano emitía destellos -Y después entraré en tu casa y mataré a tu gente uno a uno delante de ti hasta que decidas traerme el libro.

-¡Deje que me mate, lady Hinata! -suplicó Kabuto -Se lo ruego, deje que me mate. No debe abrirle la casa.

Shinju lucía una sonrisa gélida.

-Te felicito, Hinata-chan. No creí que pudieras ganarte la fidelidad del joven Kabuto tan fácilmente, pero es evidente que ahora es tu ferviente servidor. Creí que el muchacho tendría la inteligencia suficiente como para no ponerse contra mí pero, al parecer, no es así.

-No le dé los libros -gritó Kabuto.

Shinju no apartaba los ojos de Hinata.

-No conoces muy bien a tu señora, muchacho. Es tan bondadosa... tan dulce... tan encantadora e inteligente.... Que nunca dejará que mueras por un simple libro. ¿No es cierto, Hinata-chan ¿No merece la pena que alguien que te importa muera por un libro, verdad ¿Ni por dos...?

-No -respondió Hinata rápidamente -Te traeré los libros si prometes dejar a Kabuto.

-Tendrás a tu juglar en cuanto yo tenga el libro de sir Hiashi y el de El Ilustre. De todas formas, este torpe no ha sido nunca de mucha utilidad.

-Muy bien, te lanzaré los libros desde esta ventana -dijo Hinata.

-No, no, no, señora. Me lo bajarás hasta aquí. Además del libro también te quiero a ti...

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