AZUL #taejin

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SeokJin, semanas después de lo ocurrido con JiMin, conoció a una chica de veintidós años que se llamaba SeungWan, en la cafetería que estaba al lado de su tienda de libros.

La chica se acercó a su mesa mientras él leía el periódico por su móvil y disfrutaba de una taza de café. Ella, tal como él, tenía sus ojos negros.

Cuando se vieron a los ojos, estos no cambiaron de color, por ende, ellos no se pertenecían el uno al otro. Sin embargo, SeungWan creía en la leyenda del primer beso.

Ella claramente sí estaba desesperada por encontrar al amor de su vida, no podía creer que a su edad todavía no encontrara a nadie (incluso siendo mucho más joven que SeokJin). Así que le habló de tal leyenda, y sugirió que quizás ambos, tardíos en encontrar el amor, eran parte de esa cosa.

—¿Quieres decir que si nos besamos, tal vez nuestros ojos cambien de color y seamos almas gemelas? —SeokJin le preguntó intrigado.

SeungWan asintió sonrojándose.

La idea era descabellada, y si se la hubieran propuesto antes de lo ocurrido con JiMin, él claramente se habría reído en su cara. Pero en esos momentos, él se sentía algo melancólico y falto de cariño, porque veía casi todos los días la forma en que JungKook trataba a JiMin, y la manera en que este le dedicaba suaves e hipnotizantes miradas.

—Esta bien, intentémoslo —aceptó.

Ambos salieron de la cafetería y caminaron hasta el parque, lleno de árboles con sus hojas secas por el otoño. El atardecer y el viento fresco le daban un tono levemente romántico a todo el asunto.

SeokJin tomó a SeungWan de ambas mejillas y se acercó a ella lentamente. La chica cerró los ojos, esperando el milagroso beso del tipo.

Pero después de despegar sus labios de los ajenos y esperar a que SeungWan abriera los ojos, nada de eso había pasado. Ambos seguían con sus ojos tan negros como el carbón.

—Oh —suspiró SeungWan, echándose a llorar. SeokJin la consoló con un cálido abrazo hasta que ella al fin pudo calmarse, y sin agregar nada más, se despidieron.

Ellos no estaban destinados a estar juntos. Debían seguir esperando.

O quizás no pertenecían a nadie, y no debían esperar nada.