fall in love ⋆ scorly.

s e i s

Lección 6: Sin nombre.

-¿Y ese suéter? -pregunta Sophie con su típica mirada pícara.

-De el amor de mi vida. -respondo risueña y suelto un inevitable suspiro.

-¡Le robaste un suéter a Scorpius! -grita.

-No -sonrío como boba-, él me lo dio.

Suelta una exclamación, que suena más como un gato siendo ahorcado.

-¿Te la dio? ¿No le robaste?

-Que poca fe tienes en mí. -digo dramáticamente.

La mañana de hoy ha estado muy fría, y con esa excusa cargo el suéter de Scorpius. Es tan genial y huele tan bien.

Siento el picoteo de un dedo en mi hombro derecho. Volteo hacia allá pero no hay nadie. Muevo mi cabeza a el otro lado y me encuentro con la rubia cabellera de Scorpius.

Le sonrío y él me corresponde el gesto.

Me tiende su mano y entre risas, la estrecho.

-¿Cómo estás? -Coloca su mano izquierda sobre mi mano y la mantiene atrapada-. Tienes la mano caliente. -comenta.

-Es porque la tenía en el bolsillo. -Siento a mis mejillas arder en cuanto me doy cuenta de que escanea con su mirada su suéter.

¿Por qué tenía que ponérmelo? ¿Acaso no podía esperar?

-Yo tengo frío -Busco a Sophie, pero no está. ¡Esa es una amiga de verdad!-, ¿me das un abrazo para tener calor?

Abre sus brazos y yo con rapidez hago lo que me pidió.

Tomó una fuerte calada de aire, aspirando su aroma con mi nariz. ¡Esto es mejor que tener su suéter!

-Hoy van a ser las pruebas de Quidditch -comenta-, ¿Tú cuando las haces?

-Hoy. -respondo.

-Yo las voy a hacer a las cuatro, ¿tú?

-A las tres. -digo, extrañada por su reciente interrogatorio.

-Ah -Suelta un bufido-, yo quería ir a verte, pero se vería mal que otro capitán estuviese allí. Adiós, pelirroja. -Y se va. Así como así. ¿Qué pasó ahora?

¡Qué hombre tan complicado!

[...]

Muy bien; uniforme, escoba, tabla para anotar y un silbato para molestar a los demás. Todo listo para las pruebas.

Me dirijo a el campo de Quidditch y lo examino. Hay al rededor de unas 30 personas.

-¡Todos aquí! -vocifero. Juro que me siento como una reina teniendo la atención de todos. Bueno, no es que normalmente no viviera con los ojos de todos puestos en mi, pero ésta vez es diferente-. Muy bien, quiero que los que vayan a hacer la prueba para cazadores se pongan a mi derecha, los guardianes a mi izquierda y los golpeadores al frente de mí. -ordené con suficiencia.

Creo que tengo el ego un poco alto, ¿debería preocuparme? No creo.

Mientras todos se organizaban divisé a Mike Conner, un chico de cabello negro, piel blanca, pecas en su nariz, alto y con unos hermosos ojos verdes, viniendo hacia mí. Me extrañé, por lo general él y yo no intercambiamos más palabras que las estrictamente necesarias. Además su forma de hablar me daba risa, decía las cosas con voz monótona, pero con una sonrisa y las cosas que salían de su boca casi siempre eran cínicas y no puedo estar con él y no hecharme a reír.

-¿Mike? -Alcé una ceja-, ¿qué haces acá?

-No soy Michael.

¿What?

-Soy otra persona que conoces y a la que le robaste su suéter. -concluyó y yo casi me caigo de la impresión. ¿Para qué digo 'casi'? En realidad si me caí.

-¿Scorpius? -pregunto en un susurro, en cuanto me levanto-, ¿estás loco?

-Nop -niega, divertido. Extraño la sonrisa en sus verdaderos labios, tan besables...-. Te dije que quería venir y aquí estoy.

-¿Cómo? -Estoy que vuelo de incredulidad, ¿entendieron lo que dije? Yo no, pero pierdo toda lógica cuando estoy con él.

-Poción multijugos. -respondió con simpleza, mirándome con cara de ni preguntes.

Le di una sonrisa cómplice y él me la devolvió.

¡Lo amo!

[...]

-¡Claro que no, McFiggins! ¡No te atrevas a contradecirme! -gritaba Caroline Stevens sin parar y yo, como buena capitana, estaba muerta de la risa mientras los veía.

-¡A mi no me gritas, Stevens! -atacó Zacharys.

Esos dos van a acabar juntos, mi 'ojo interior' me lo dice. ¿A quien engaño? Trelawney me odia. No solo me burlo de ella en su clase, si no que una vez rompí una bola de cristal.

-Oye -Me llamó Scorpius en el cuerpo de Mike-, ¿no deberías separarlos antes de que se maten?

Es demasiado tierno para mí.

-No -Le resté importancia con mi mano-, si se matan va a ser a besos.

Ladeó un poco la cabeza, como evaluando lo que dije. -Puede que tengas razón.