Mis ojos se negaban a abrirse, no querían volver a la realidad y sentir el ardor que se extendía por mis piernas. Me rehusaba a volver a caer en la inconsciencia, pero tampoco quería mantenerme despierta. Quería experimentar lo que era estar despierta pero no sentir nada: estar dormida y despierta al mismo tiempo. Quería saber lo que pasaba a mi alrededor y, al mismo tiempo, no saber lo que a mí me pasaba.
—Kate. —se sintió como un llamado lejano, lo escuché muy alejado de mí. Fue escalofriante.
Miré adelante, encontrándome a Gin y a mi padre. Él, mirándome con ojos desaprobatorios, negó con su cabeza y salió de la habitación. Gin, sin pensarlo, corrió detrás de él, dejándome totalmente sola. Si todavía Eddy y yo nos llevaríamos bien, también hubiese salido corriendo tras él, pero no era así. Él me odiaba, me aborrecía. Era una mierda para mi papá, una guardiana con fallas desde pequeña.
Cuando mamá falleció y yo todavía no asimilaba su muerte, papá se obsesionó con que aprendiese todo sobre nuestro mundo. Me negaba siempre, no quería aprender cosas nuevas cuando recién perdía a mi mamá. Todas las noches me leía sus libros, sin embargo, con cada palabra que decía en voz alta, lloraba. Pensar que esa letra y todo lo que recitaba en voz alta lo escribió mi mamá me hacía daño, aunque él lo evitaba y seguía, seguía y seguía. Me hacía dudar de mí misma, de mi seguridad e inteligencia. Sentía que si no sabía nada sobre el tema sería una decepción para él.
Y cuando Gin se interesó sobre el tema, papá se emocionó muchísimo y fue todo un fanático sobre lo que sabía. Hablaba sin parar, y eso a Ginger también le gustaba: eran tal para cual. Yo sobraba entre ellos dos, era como el mal tercio de una pareja, sólo que era el mal tercio entre dos guardianes que compartían la pasión sobre todo lo que nos rodeaba. Y así comenzó todo nuestro odio: Eddy me comparaba con mi mejor amiga, mientras yo lloraba encerrada en mi habitación.
A veces, cuando me encerraba en mi pieza y no salía hasta el día siguiente y tampoco probaba bocado alguno, papá se preocupaba por mí. Golpeaba la puerta y preguntaba si estaba despierta. No hacía directamente la pregunta de si me sentía bien, sino que se preocupaba de otra manera: bastante rara a decir verdad, pero lo hacía, a su manera.
Entre lo sollozos que dejaba escapar, y las lágrimas que se caían sin mi consentimiento, me quedé dormida. Me quedé dormida en mi sufrimiento y dolor.
[...]
Despierto sintiéndome extraña, con un sentimiento de culpa.
Miro a todos lados, encontrándome con unos ojos verdes en la casi oscura habitación. Me observaban con intensidad, con resentimiento. ¿Resentimiento?
—¿Qué haces aquí, Jason? —él corrió sus ojos de mí—. ¿¡Qué carajos haces aquí!?
Jason se movió, parándose a mi lado. Pasó su pulgar por mi mejilla, trazando un camino imaginario desde el pómulo hasta mis labios. Dejó su dedo apoyado en mi labio inferior, dibujando suaves círculos con su dedo caliente.
—Quería pedirte disculpas —susurró demasiado cerca de mi oreja—. Disculpas por ser un idiota y desordenar tu casa. —su aliento crispaba mi oreja, me ponía la piel de gallina—. Pero discúlpame más por haberte ilusionado con estas palabras.
Se carcajeó sobre mi rostro, enfureciéndome. Aproveché la ocasión apresando la tela de su remera en mi mano, acercándolo a mi rostro, enfurecida.
—Tenía fe en que tu idiotez no sobrepasase los límites que puse como barrera, pero lo has logrado: has sobrepasado mis expectativas y me diste una grata sorpresa. —lo solté abruptamente, dejando que trastabillase sobre sus pies.
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Tú Decides
FantasyKatherine sabe lo que es sufrir, sabe lo que es ser comparada, y sabe el dolor que deja la muerte de una madre. Kate sabe cuánto duele ser ignorada, olvidada y traicionada. Sabe lo que cuesta ser la mejor, ser para los ojos de su padre un ejemplo a...