Corriendo, saltaba ramas tiradas en el suelo, esquivaba extensiones de los árboles intentando no golpearme, copiando las acciones de la mujer.
—¡Vete! ¡No me sigas, no me busques más! ¡Ya demasiado tengo conmigo misma para hacerte sufrir más de lo que te hice!
La mujer salió apresurada dejándome atrás, asustada, llorando sin consolamiento. Emprendí camino en busca de mi madre, agudizando el oído para seguir sus pasos, tratando de no perderlos. Corrí durante más de diez minutos, sin embargo, mis pisadas no eran las mismas que las de ella. Apoyé mi pequeña espalda contra el árbol, intentando así llevar aire a mis pulmones en desarrollo. Mi pecho subía y bajaba, mientras trataba de regular mi desesperada respiración. Tomé algunos mechones de mi cabello para esconderlos detrás de la oreja.
Retomé el camino, ahora era capaz de escuchar las leves pisadas. Me guié por las ramas rotas y por el crujido de las hojas que cada vez se oían menos.
Pasé por diferentes troncos, distintos tamaños, pero en ninguno se encontraba ella. Imploré que el recorrido que hacía sea el correcto, ya que cualquiera podría haber pasado por ese desolado bosque.
Trastabillé un par de veces, pero siempre me sostuve de las ramas que tenía a mi alcance. Mi pie derecho se enredó entre las enredaderas del suelo, logrando así que me caiga. Choqué el rostro contra algo húmedo, sintiendo algo viscoso en mi mejilla. Puse mis manos al lado de mi cara, para terminar sentada mientras agarraba mi remera y la pasaba por todo mi rostro, quitando el lodo.
Incorporándome, vi a una pequeña sombra que se escondió detrás de un árbol. No esperé más y salí corriendo del lugar donde me hallaba, pensando en que a lo mejor estaba equivocada y era un animal. Llegué al final del bosque, donde un hermoso lago inundaba mi vista. Paseé mis ojos por el lugar, deteniéndolos en una esbelta figura que reposaba su espalda contra un árbol.
Giré levemente la cabeza, brindándole una triste sonrisa. En sus ojos no predominaba más que la angustia, reemplazada por una falsa sonrisa. Me acerqué cautelosamente a ella, tratando de que no siga escapando.
—Mamá, ¿por qué te has ido? ¿Por qué escapaste? Si he hecho algo mal...— las lágrimas empezaron a descender por mis mejillas rosadas, mientras Shannon se paraba para secar las gotas que caían. Me abrazó repentinamente, tratando de calmar mi rítmico corazón. Shannon dejó de respirar por un momento, mientras su mirada se clavaba en el sujeto que se encontraba detrás de mí.
—Aléjate de mi hija, pedazo de escoria, ¡no te atrevas ni a tocarla! ¿Me has oído? —sus palabras se escucharon en forma de eco, mientras iban disminuyendo a medida que pasaban los segundos.
Me tomó entre sus brazos, alejándonos de ese lugar mientras comenzaba a trotar conmigo enganchada a su cuello. Entrelacé mis dedos por detrás de su cuello, procurando no tironear los pelos sueltos de mi madre. Ella miró hacia atrás, mas no había nada. Paseó sus ojos avellana, observando a una sombra que pasaba entre los grandes arbustos. Hundí mi rostro en el hueco entre el hombro y el rostro de Shannon, con mi corazón desbocado. Ésta aceleró el paso, logrando perder de vista a la persona que nos seguía. Empecé a sollozar escondida en el embriagador perfume de mi madre, mientras ella elevó una de sus manos a mi colorado cabello, acariciándome, mientras que con la otra se aseguraba de tener bien aferradas mis piernas.
Chillé repentinamente cuando tuve en frente a la criatura, llevando mis manos hacia los ojos. Pataleaba, golpeando a mi madre. Ésta me sostuvo fuertemente de las piernas, tratando en vano de calmarme. Pasó mis muslos por su cintura, apegándome más a sí. Corrió como nunca antes lo hizo, no le importaba nada, sólo estaba dispuesta a salvarme la vida. Enredó sus pelos en ramas y troncos, trastabilló con extensiones de los árboles que se encontraban en el suelo, no obstante, mantenía protegida mi cabeza con su antebrazo. Me aferré fuertemente a mi madre, mientras mis dedos resbalaban por el sudor que recorría mi cuerpo entero. No podía mantener los dedos entrelazados: el calor era mucho.
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Tú Decides
FantasyKatherine sabe lo que es sufrir, sabe lo que es ser comparada, y sabe el dolor que deja la muerte de una madre. Kate sabe cuánto duele ser ignorada, olvidada y traicionada. Sabe lo que cuesta ser la mejor, ser para los ojos de su padre un ejemplo a...