Capítulo 6

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Jason POV'S

Cerré la puerta al salir, apoyándome en la pared. Pasé las manos por mi rostro, acomodando luego bien mi cabello. Suspiré no una, sino tres veces. Todas seguidas. El sentimiento de pesadez persistía en mí, esa culpa de que algo malo iba a ocurrir estaba instalado en mí.

Salí sin ser visto, al menos por la mayoría de las personas que estaban ahí.

Caminé en dirección a casa de René, zigzagueando a las personas que se cruzaban en mi camino. Pensé en Kate, en qué había hecho para que la tuviese que matar: ¿tanto mal le hizo a mi familia?

Desde pequeño se me instruyó que si debes matar a un guardián de libros es porque algo le hizo a tu familia. Y eso puede venir desde décadas; se debe perseguir a la familia y matarla desde raíz. Eso significa que hay que capturar y asesinar a la pelirroja que tenía como objetivo.

Sería lo mismo matar a su padre, ya que su esposa había sido asesinada, por lo que me dijo mi padre. Me compadecí de Kate, se ve que no sabía nada sobre lo que estaba pasando, y el rol que jugaba en esto. Y supuse que su padre tampoco, sino ya habría dado caza a mi cabeza.

Eso también me lo enseñaron: si el guardián se da cuenta la familia de cazadores que lo persiguen tienen que asesinar—la mejor manera es rebanar la cabeza de aquéllos—a los hijos de la familia que los buscan. Y si no tienen hijos, dan caza a los adultos.

Nuestro mundo se valía en la guerra silenciosa y peligrosa, en quedarse callados y pelear opuestos contra opuestos. Nunca vi que una misma etnia pelease contra ella misma, pero la batalla que se libró hace una década fue un completo desastre: todos contra todos era el lema de esa batalla.

Ahora se libraba una batalla distinta, una de la que nadie más que yo era partícipe: la batalla en donde tendría que matar a Kate.

Suena tonto, lo sé. Pero no podía hacer nada: esa chica se veía muy ajena a todo lo que pasaba a su alrededor. Era como un ratón perseguido por un gato, o parecido. No podía matarla, era inocente en todo esto, lo noté desde el principio. Su mirada perdida, el aura de tranquilidad que la rodeaba y la pureza e inquietud que emanaba de ella.

Me daba miedo llegar a la mansión en donde padre se escondía, aunque más miedo me daba hacer un corte en el cuerpo de Kate y matarla. Me quedaría el remordimiento de asesinar a alguien totalmente inocente, hasta donde sabía.

¿Y si Kate miente? ¿Si se hace la desentendida frente a mí siendo que sabe todo?

No, eso no podía pasar. Me educaron para leer a las personas, para saber sus sentimientos y movimientos solamente con las primeras palabras y acciones que mostraban. Y ella lo era todo, menos una amenaza.

Los pensamientos sobre Kate dejaron de aflorar en mi mente en el momento en el que llegué frente a la casona en donde padre se escondía. Bueno, más que un padre era un tutor: me trataba como su alumno, no como un hijo. Creo que para él yo era menos que un alumno, una marioneta a la cual hilar con sus manos y manejarme con tal de que cumpliese cualquier cosa. Y me enfurecía, pero no podía hacer nada.

Entré a lo que se le llamaba casa, la cual tenía todos sus muebles cubiertos de tela blanca con capas de polvo por doquier. Y no, no era ni por asomo nuestra casa. Era más o menos como una guarida para nosotros dos, donde podría practicar todo lo que quisiese sin lastimar a nadie, y con la probabilidad de que mi padre sí me golpease a mí y mis lamentos quedasen acallados por el lugar.

Subí las escaleras con cuidado, intentando hacer el menor ruido posible con los peldaños que crujían con cada paso que daba. A la mitad de la escalera, mi pie se hundió en el peldaño, imposibilitándome seguir. Intenté sacarlo con tranquilidad, pero la madera apresó más mi pie, haciéndome gemir de dolor. Con toda la fuerza que pude reunir, saqué el pie y seguí subiendo. Lo sentía que bombeaba a cada paso que daba, y cuando terminé al pie de los escalones apareció mi padre.

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