Ian me condujo hasta el cómodo sofá en forma de L, abrochando la campera que tenía sobre mis hombros. Si no fuese por ese acto no me hubiese dado cuenta que estaba temblando de pies a cabeza.
Sus manos sostuvieron mis hombros, deteniendo así mi tembloroso cuerpo. Era una suma del frío y el miedo.
—Kate, tranquila —susurró, clavando sus dedos en la piel cubierta por la tela de su abrigo—. Te quedarás esta noche conmigo, ¿entendido? No puedo dejar que los cazadores te lleves y, por ahora, este es el lugar más seguro que tienes. —asentí, tragando grueso.
Me refugié tras mis brazos entrecruzados, temiendo de Ian. ¿Qué haría ya que estábamos completamente solos?
—¿Por qué me quieren, Ian? —sus manos frotaron mis brazos, reconfortándome. Cerré los ojos ante sus suaves caricias, lo dulce que se comportaba conmigo.
Ian dejó caer su espalda contra el respaldar del sofá, llevándome consigo. Me acurruqué contra su tibio y perfumado cuerpo, cerrando los ojos. Una de sus manos sostuvo mi cabeza, deleitándome con suaves movimientos de sus dedos sobre mi cuero cabelludo. Eran caricias que tranquilizaban a mi tenso cuerpo: sabía qué necesitaba y cómo, por lo que utilizaba sus mejores movimientos y, así de fácil, me tenía tranquila bajo sus manos.
—Virmold estaba enamorado de tu madre, Kate —alcé mis ojos, encontrándome con los suyos: hoy eran un lago limpio y calmo, un poco cansado de las tormentas que se armaban a su alrededor—. Como no la pudo tener decidió matarla para que nadie más la tuviese: si él no podía, nadie podría. Pero naciste y ese odio se fue hacia ti, porque sabía que tú fuiste amada y tus padres te quisieron y buscaron.
Me sonrojé, mis orejas picaron de la vergüenza que sentía. ¿Cómo él podría saber de mi vida más que yo misma?
—Pero... sigo sin comprender. No tengo nada para darle a Virmold.
Los ojos de Ian se endurecieron, su actitud cambió rotundamente.
—Virmold piensa que tú sabes sobre tu madre, que ella te contó muchas cosas y te dejó secretos que nadie más, ni siquiera Eddy, sabe. —entrecerré los ojos, escuchando atentamente cada palabra de Ian—. Por eso mismo te necesita viva.
Fue él quien ahora tragó saliva, posiblemente asustado. Él también pensó lo mismo.
—¿Y si muero? La guerra se terminará y Virmold no tendrá qué sacarme.
Me soltó con frenesí, dejándome caer en donde antes él estaba sentado. Posó las manos en sus caderas, haciendo un escándalo.
—¡Ni se te ocurra, Evanson! No dejaré que hagas lo que creo que estás insinuando —me acusó con un dedo, mandón—. Le juré al Consejo y a tu padre que te protegería con mi vida. Si mueres yo muero.
También me puse de pie, incrédula.
—¿Qué? ¿¡Es que todos se volvieron locos!? —exclamé, exaltada—. ¿Cómo se les ocurre semejante idea? ¡Y sin decirme siquiera!
Ian me tomó por los hombros, nuevamente. Me zarandeó, callándome.
—Esta es la guerra final, Katherine. Esto es una masacre. Morirán la mayoría de cazadores y guardianes, y no por eso será tu culpa. Esto es idea de Virmold y su insana obsesión. Tú solo eres lo que quiere, y si eres lo que quiere, te debemos usar.
Quité sus manos de mi cuerpo, enojada. ¿Entonces mi padre mi mantuvo con vida solo para terminar con Virmold y vengar la muerte de su esposa? Mis ojos se llenaron de lágrimas, e Ian se dio cuenta del error que cometió al decirme los planes de todos.
—No. Kate, tu padre te mantuvo escondida para evitar todo esto. Nadie más que el Consejo te está usando.
Caminé de espaldas, llorando en silencio. Ian me observaba perplejo, sabiendo que lo soltó todo sin darse cuenta. La furia que sentía lo obligó a contar todo lo que le dijeron que pasaría.
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Tú Decides
FantasyKatherine sabe lo que es sufrir, sabe lo que es ser comparada, y sabe el dolor que deja la muerte de una madre. Kate sabe cuánto duele ser ignorada, olvidada y traicionada. Sabe lo que cuesta ser la mejor, ser para los ojos de su padre un ejemplo a...