Papá se fue de casa una vez me encerré en mi habitación, entristecida por mi apestosa vida. Si ahora estuviese mi madre, aquí a mi lado, podría saber qué hacer exactamente.
Si tan solo Shannon estuviese a mi lado, aconsejándome como solía hacerlo cuando era pequeña, tan solo si ella estuviese...
¿Papá me querría, mi vida sería diferente? ¿Si Shannon estuviese viva el libro sería diferente, tendría otras amigas, otra vida? ¿Cómo sería?
El timbre de mi móvil me sacó de mis pensamientos, alarmándome. ¿Qué querría Ginger a esta hora?
—Kate... Katherine —sonaba nerviosa, asustada—. Por favor, ven.
El llanto de mi mejor amiga me desconcertó, poniendo mi sistema entero en alerta. La malvada risa de René se escuchó al otro lado de la llamada. El grito de mi amiga volvió a alertarme, el llanto y sufrimiento que estaba padeciendo.
—Tienes diez minutos, Katherine Evanson. —avisó con malicia René, riendo a lo último.
No esperé ni un segundo más cuando salí corriendo a la escuela, asustada. No podía tomar un autobús, no llegaría más. No traía dinero encima y Eddy se había ido. Lo único que me quedaba era la bicicleta.
Sin pensarlo dos segundos más, agarré con agresividad la bicicleta y, con todo el entrenamiento físico—o sea, nulo—, que poseía, pedaleé hasta llegar a la escuela.
Tiré sin importancia mi transporte, corriendo con fuerza a los compañeros que se quedaban mirando o parados en mitad de mi camino. Me quedaba poco tiempo, no podía perder un solo segundo.
Corrí hacia un lugar que nadie frecuentaba en el tiempo de receso: el gimnasio. La puerta estaba trabada, las patadas y puños a la puerta no la abrían, no la abrirían.
Miré por la ventana circular, encontrando a Ginger tirada en el suelo, siendo apuñalada con agresividad por parte de René, quien parecía reír.
Grité de terror, forcejeando la cerradura. Volví a patear, ahora con más fuerza. Como si eso hubiese sido la clave, la puerta cedió a mis golpes, abriéndose ante mí.
René le dio una última paliza a mi amiga, alejándose a medida que me acercaba a ella. No vi venir, realmente estaba tan centrada en mi mejor amiga que no sentí el cuchillo en mi vientre. Me doblegué por el dolor, cayendo de rodillas.
René golpeó mi cabeza, sumiéndome en un estado de lentitud. Mi mundo se vino abajo, todo se puso de color negro. ¿Era esto acaso normal?
Tragué aire, intentando no sumirme en esa oscuridad que me atraía tanto.
René ya no estaba, Ginger sangraba y yo estaba medio inconsciente. Moví de un lado a otro mi cabeza, arrastrándome. Vi el rastro de sangre bajo mi cuerpo, el piso siendo manchado por el rojo. Tosí, haciendo mi mayor esfuerzo por llegar junto a mi amiga.
—Ginger, nena —golpeé su mejilla, tomándola de la mano—. Gin, despierta.
La desesperación tiñó mi voz, tenía miedo de perderla. ¿Cuánto daño le había hecho el monstruo de René?
Como pude, me puse a su lado, tomando el pulso. Lloré de alegría y miedo al mismo tiempo, gritando por ayuda. Nadie vendría, pero quería que mis últimos esfuerzos fuesen luchando por nuestras vidas.
—¡Ayuda, por favor! ¡Auxilio! —el dolor ahogó mi voz, el miedo me consumió completamente.
¿Qué nos pasaría ahora, qué sería de nosotras?
[...]
Desperté asustada, mirando a ambos lados. Ginger estaba en la camilla siguiente, con cortes en su rostro, sangre manchada en su ropa y una intravenosa en su mano.
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Tú Decides
FantasyKatherine sabe lo que es sufrir, sabe lo que es ser comparada, y sabe el dolor que deja la muerte de una madre. Kate sabe cuánto duele ser ignorada, olvidada y traicionada. Sabe lo que cuesta ser la mejor, ser para los ojos de su padre un ejemplo a...