Capítulo 18

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—¡No voy a permitir que pelees en esta guerra, Kate! —me gritó Ian apenas bajé de su auto.

—No puedes obligarme a no hacerlo, Cooper.

Rodeé el auto, subí el porche de su casa y esperé al lado de la puerta principal. Ian le puso alarma al auto, agregando a eso una patada al suelo con un sentimiento, apuesto, similar o peor al enojo.

—Le juré a tu padre que te cuidaría Kate, no que te expondría al peligro.

Pasó por mi lado, insertando la llave en la ranura de la puerta. Los ladridos de Cuky se hicieron oír sobre los gruñidos que Ian dejaba escapar.

—¡Calla a ese perro! —gritó, exasperado.

Volví a girar los ojos, harta de su mal humor.

—Primero cállate tú.

Me acuclillé delante de Cuky, acariciando su peludo hocico.

—Kate, escúchame —el guardián se sentó a mi lado, mirándome con atención—. Tu padre me dejó en claro que no podías meterte en esta pelea. Hazle caso, por favor.

Miré a otro lado, mordiendo mi labio inferior. Podría como no hacerles caso, ahorrarme tanto a mí como a Ian dolor y sufrimiento porque, al fin y al cabo, él estaba obligado a sentir el dolor que yo sentía.

Lo miré de reojo, compadeciéndome de él. Ian moriría si yo lo hacía. ¿Eso me importaría?

Miles y miles de guardianes se salvarían a cambio de solo dos adolescentes confundidos y arruinados desde pequeños.

—¿Por qué, Ian? ¿Por qué dejar que los nuestros mueran por mi culpa? —mis ojos se llenaron de lágrimas.

Ian extendió su mano, dudando de si tocarme. Antes siquiera de que apoyase su palma, una fuerza invisible tiró de mi cabello, levantándome con fuerza del suelo.

Aullé por el dolor que me produjo en el cuero cabelludo. Cooper miró anonadado lo que pasaba, mientras pasaba los dedos por su cuero cabelludo, sintiendo también el dolor que a mí me producía.

La otra mano del tipo invisible me tomó por la garganta, apretando con fuerza. Tosí, agarrándome de sus manos con fuerza. ¿Qué mierda querían?

Estaba por morir, ¿Ian también? ¿Qué le sucedía? ¡Era mi guardián, debía ayudarme en esto!

El puño de mi amigo estrelló en la cara del tipo, sacándomelo de encima. Respiré con fuerza, sintiendo a mis pulmones agradecidos por la corriente de aire que me vitalizó completamente.

—¿Qué carajos fue eso, Ian?

Miró a todos lados, buscando al culpable. Parecía un loco cazador buscando a su presa. Me tomó por los hombros y me zarandeó, asegurándose de que estuviese bien.

—No lo sé, realmente no sé.

—¡Dijiste que tu casa era segura, Cooper! —estallé, estremeciéndome.

Si podían entrar, así como así a esta casa, eso quería decir que me podrían matar cuando dormía.

—¡No lo sé, Kate! —su pecho subía y bajaba con ligereza: estaba asustado. Sabía que si me mataban él moriría y no volvería a ser Ángel—. El Consejo me dijo que esta casa estaba totalmente protegida y que nadie podría entrar. Santo cielo, lo creí como imbécil.

Me soltó, tomándose ahora del cabello. Parecía un loco enjaulado, sacado completamente de quicio.

—¡El Consejo quiere que mueras, Evanson! —me miró sobre su hombro, sonriendo psicópatamente—. Y si tú mueres, yo muero. ¡Dos pájaros de un tiro!

Tú DecidesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora