Décima Atmósfera

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Octubre.13

Connie volvió a llamarme esa tarde para que nos viésemos en el parque de diversiones del pueblo.

Había sido un día divertido, pero cuando bajábamos de una montaña rusa que por poco nos había dejado vomitando, noté una figura familiar en el puesto de arquería.

Eran alrededor de las 6 de la tarde y Connie había rogado por un helado y un maldito oso enorme de peluche.

¿En dónde se conseguían de esos? Pues en el puesto de Naomi Twen, claro.

¿Qué iba a decirle cuando la viera? ¿Hola, qué tal? ¿Dame dos tiros de 10 dólares, por favor?

Para mi suerte, Connie habló primero y saludó a Naomi con gentileza aunque ella devolvió el gesto con una mirada agria y oscura.

Me arrojó con desprecio un arco y el carcaj de flechas con cinco tiros.

Le pagué, pero no aceptó y sólo musitó que tirara y me largara.

Asesté al punto blanco a la primera y ambas se mostraron sorprendidas, Naomi un poco más que Connie.

— ¿Aprendiste eso en el campamento para ñoños, Calabacita? — preguntó Naomi quitándome el arco y el carcaj.

— De hecho, sí. — respondí.

Connie observaba a la rubia con indignación ante el apodo y nuestra plática.

— ¿Qué oso querrás, preciosa?

Ella no contestó cuando Naomi preguntó aquello, simplemente se quedó parada de brazos cruzados.

— Soy Connie.

— Nadie ha preguntado.

— Quiere el oso blanco. — me apresuré a contestar.

Naomi lo descolgó del alto techo y este cayó sin hacer ruido, luego lo tomó por la cabeza y lo lanzó por el mostrador del puesto cayendo sobre el escuálido cuerpecito de Connie quien se desplomó en el suelo.

Asustado, la levanté del suelo mientras corría a la enfermería que estaba cerca de la entrada principal. El oso había quedado tirado en el suelo mugroso y Naomi ni si quiera nos había seguido para pedirle perdón.

Esa noche cuando tocó el timbre, no fui capaz de abrirle.

Atrápame en el siguiente otoñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora