Diciembre.17
Mi abuela había encontrado la oportunidad de reservar un esplendoroso viaje a las Bahamas y esa misma tarde, Naomi Twen y yo, nos vimos obligados a llevarla al aeropuerto.
— Quiero que te cuides, no incendies la cocina y alimenta a mi gato ¿podrás? — preguntó mi abuela.
— Por supuesto.
— Nos vemos, chicos.
Mi otoño había terminado de la mejor manera: con una abuela contenta, un empleo próspero, el futuro comienzo de la universidad y una Naomi Twen de la mano.
No éramos lo que yo quería exactamente, pero podía esperar todo lo que ella quisiera, ¿o no lo hice todo un otoño?
Saddie venía cada tanto acompañada de su mejor amigo Charles para pasar las vacaciones montados en trineos que descendían rápidamente las colinas y tomar chocolates calientes con galletas crocantes.
Andréa estaba como loca en su trailer con clientes que salían por todos lados y su hijo que se había instalado en un vecindario cercano que venía a ayudarla junto a su esposa e hija.
— ¿A dónde me llevarás esta tarde? — preguntó Naomi cogiendo mi mano.
— ¿Esquía señorita Twen?
— No.
— Pues esta tarde aprenderá.
La tarde estuvo acompañada de bolas de nieve y ventiscas que no nos permitían ni siquiera estar parados. Unas cuantas veces sufrimos intentos de armar un hombre de nieve, pero no lo lográbamos. Sin embargo cada intento fallido era una carcajada de ella que me hacía sonreír con locura.
La adoraba como a nadie. La escuché duramente noches enteras hablarme de lo que hubiera sido si nos conocíamos antes en su ciudad natal, Nueva York. La entendí cuando me contó sobre la ausencia de su padre, de lo doloroso de su muerte y el hecho de que a su madre no le preocupara.
— Mis padres eran arquitectos, ambos muertos en un derrumbe en Turquía 5 años después de mi nacimiento. — le conté.
Nos acurrucamos para mantener el calor entre nosotros y ella puso su cabeza en mi pecho jugando con uno de sus mechones rubios congelados. Mantuve mi mentón en su gorro y aunque su pompón me molestaba un poco, no quité la cabeza de allí ni tampoco solté nuestras manos unidas y forradas de guantes de lana tejidos por la mismísima Naomi. Por supuesto que todo lo que sabía se lo había enseñado mi querida abuela cuando yo tenía que ir a trabajar.
— Sabes, Calum, quiero viajar, no creo que aguante aquí mucho tiempo más.
— Lo supuse.
— Quiero conocer otras costumbres, culturas, personalidades, formas.... necesito hacerlo ¿Accederás a venir conmigo?
Lo pensé unos segundos.
— Tardé más de un mes en acercarme totalmente a ti, ¿crees que por algún extraño motivo iba a alejarme o a dejar que te fueras... sin mí?
Ella levantó la frente que chocó contra la mía y nuestros labios se conectaron magnéticamente después. Era mucho más hermoso que esa vez que lo había hecho con esa camarera, era más emocionante, más romántico.
Justo después comenzaron a caer sin previo aviso copos de nieve sobre nosotros aunque no tantos gracias a la copa del pino, sin embargo toda su nariz se llenó de ellos y no los quité, ella tampoco lo hizo.
Se veía tan hermosa y salvaje a la vez, tan natural... tan ella.
— Te quiero, Calum.
Y sonreí.
Y sonrió.
Y todo lo que hicimos después de aquel instante fue sin separarnos, fue juntos.
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Atrápame en el siguiente otoño
NouvellesQué desgraciada hubiera sido mi vida si Naomi no hubiera aparecido repentinamente en ella. 15/01/18