carpeta vacía.

lo que ahora ni nombramos.

Han pasado semanas desde el atentado y nada ha vuelto a ser lo mismo.

Agoney fue diagnosticado con estrés postraumático y ha estado yendo al psicólogo desde entonces.

Me odio a mi mismo y me culpo, de alguna forma, por haberle dejado ver la televisión en directo. No puedo evitar pensar que podría haber evitado todo esto. Aunque supongo que ya es demasiado tarde.

Todo se ha vuelto frío. Un velo azul y negro ha teñido nuestro mundo. No hemos vuelto a dormir juntos. Desde entonces estoy durmiendo en el salón. Añoro su presencia, echo de menos abrazarle a la hora de dormir y sentir el calor de sus besos. Añoro su pelo despeinado por las mañanas y verle rascarse los ojitos cuando se despierta y bosteza como un cachorrito.

Miriam, Nerea y Mireya, nuestras compañeras, tampoco han sabido bien cómo reaccionar frente a esto y todos estamos apagados. 

Agoney ni siquiera fue al acto público en homenaje a las víctimas que se realizó en Tenerife, no estaba en condiciones para ello. 

Quizás el mayor dolor fuera no haber tenido la oportunidad de despedirse de su hermana y Bambi. 

Miro, tristemente, cómo Agoney cena solo en la cocina y tras eso se dirige cabizbajo a la que un día fue nuestra habitación. Este es el Agoney desde el atentado, el que día tras día está ido. Devastado. 

Las lágrimas, como tantas noches, se deslizan por mis mejillas. Impotente.