el corazón hecho cenizas.

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Me reencuentro esta misma noche con Agoney. Él también está triste y dolido, y con razón. En una de nuestras muchas noches de abrazarnos, querernos y confesarnos nuestros miedos más ocultos, le comenté el cáncer que tuve de pequeño y de las altas posibilidades que había de que se extendiera con el tiempo.

-Sonríe, por favor, no puedo verte a ti también mal -le ruego cuando se sienta a mi lado y me abraza.

-Te quiero muchísimo, Pluto, siempre -le acaricio el pelo intentando contener las lágrimas.

-Vas a ser muy feliz. Micky, prométeme que serás muy feliz y cumplirás tus sueños por ti y por mí. 

-No te puedo prometer eso -se le rompe la voz y le beso la frente.

-Quiero que cuando me recuerdes no lo hagas con tristeza, sino con orgullo y amor.

-Nunca voy a volver a ser tan feliz como lo soy ahora, Raoul Vázquez -me mira a los ojos, con los suyos llenos de lágrimas.

-Claro que sí. Todavía te quedan experiencias maravillosas. Lo bueno está por llegar -intento convencerle de mis palabras, aunque sé que es complicado.

-Lo bueno ya llegó una tarde verano durante los castings de un concurso de canto. 

Me quedo sin palabras. Mi corazón está lleno amor y una agridulce alegría en estos momentos, y por un segundo pienso que no me importaría que todo acabara ahora. Si algo sé con certeza, es que es el hombre de mis sueños, siempre lo ha sido. Y que le voy a querer siempre, en cualquier vida voy a quererle.  

-Te amo, Agoney Hernández Morales. A morir -le beso suavemente los labios.

-Yo también te amo, muy buen amigo mío -me responde lanzándome una pullita sobre mi yo del pasado desmintiendo los rumores de nuestra relación-. Y hoy solo es el comienzo. Vamos a vivir toda una vida juntos, en los dos meses que te quedan. Te lo prometo. 

Nos besamos otra vez. Y comprendo la suerte que tengo de tener a la persona más buena del mundo a mi lado cuidándome. Sonrió. Soy feliz. 

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