Capítulo 22.

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No que me hayas mentido, que ya no pueda creerte, eso me aterra.

FRIEDICH NIETZSCHE.

Cuando la jurada terminó de darnos indicaciones sobre el juicio que tendríamos en seis meses nos dirigimos directamente a casa de Kya

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Cuando la jurada terminó de darnos indicaciones sobre el juicio que tendríamos en seis meses nos dirigimos directamente a casa de Kya. No paraba de jugar nervioso con mis dedos en todo el trayecto hasta su casa. Me encontraba ansioso y temeroso por saber que estaba a unos escasos momentos de saber la verdad.

No pude evitar relajarme al ver a Maddie salir corriendo de la enorme casa a los brazos de su madre. La escena me enterneció tanto que me imaginé a mí y a Kya recibir una cálida bienvenida de la pequeña todos los días.

Salí de mis pensamientos al ver que Maddie me había visto; al principio pensé que se quedaría inmóvil viéndome, pero cuando corrió hacia mí todo lo demás dejó de importar. Abrí mis brazos y la estreché suavemente en un abrazo. Acaricié su cabello con mucha ternura y no oculté las lágrimas que salieron a continuación por tenerla ahí, a mi hija, tan cerca como nunca pude haber estado.

—¿Estás bien, papi? —en cuanto dijo aquella palabra al finalizar la oración algo dentro de mí se removió.

—Mejor que nunca, pequeña.

—¿Y por qué estás llorando?—preguntó con inocencia en su voz— Mi mami me ha dicho que cuando las personas lloran es porque tienen problemas y se sienten muy mal, y que lo mejor para ellos es desaho... desaho... —se giró hacia su madre y preguntó:— ¿Cómo es que se dice, mami? Lo olvidé.

—Desahogarse, hija —Kya sonrió enternecida y siguió mirando la escena a distancia.

—¡Eso! Desahogarse —repitió Maddie.

—Mamá tiene razón, Mad. Bueno, en parte —paré un instante para girar hacia Kya y verla directamente a los ojos, quienes ya se habían cristalizado— No es necesario llorar de tristeza. A veces puede ser por dolor, felicidad, conmoción, entre otras cosas. Pero yo no estoy llorando por tristeza, hija, estoy llorando de felicidad.

Maddie inclinó su cabeza un poco en un intento de entender aquello que le había dicho. Después de unos segundos sonrió y comenzó a dar pequeños saltitos en su lugar.

—¿Entonces estás llorando de felicidad por mí?—preguntó sonriente.

—Sí, Maddie. Estoy llorando de felicidad porque estoy aquí contigo.

Maddie sonrió y me abrazó otra vez. Al parecer ella también me había extrañado de la forma en la que yo la extrañé a ella. Cuando me enteré que era mi hija no sabía cómo iba a reaccionar si la volvía a ver, y lo que menos me esperaba era llorar de felicidad al tenerla en mis brazos.

La pequeña de ojos color leopardo (elrubiusOMG) || #Goldenlipsawards2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora