nueve

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Hacía mucho que había dejado de conciliar el sueño normalmente, ahora solía dormirme -a duras penas y a regañadientes- a las tres de la mañana. Ya estaba acostumbrado al insomnio, a las ojeras y al cansancio persistente todos los días. Ya sabía de antemano que podía meterme a la cama a las diez de la noche, con todas las luces apagadas y en completo silencio, pero que aún así no iba a dormirme. Mi mente no paraba de divagar y las últimas noches me había quedado dormido en posición fetal, llorando como un niño pequeño, anhelando a alguien que, básicamente, saqué de mi vida. Deseando que la tierra me tragara de una vez, harto de fingir todos los días, de pretender ser alguien que no soy, de aparentar que mi vida es mejor sin Kim Taehyung. 

Y ésta era una de esas noches. Hacía una hora que me había encerrado en mi habitación, diciéndole a mi madre que hoy sí intentaría dormir para despreocuparla, pero ambos sabíamos que eso no era cierto. Hoy hacía más frío que de costumbre, o quizá era yo, dicen que la soledad es fría como los polos. No había parado de dar vueltas en la cama, buscando una posición que me brindara algo de calor, pero todo eso en vano. Cansado, me quedé mirando al techo, recordando. Estaba prácticamente, viviendo a través de mis recuerdos, estancado en el pasado. Mi mente se empezó a llenar de voces, de las de mi antiguo mejor amigo, su madre y la mía, de sonrisas y una canción de cumpleaños. Esa era mi memoria favorita; el día del cumpleaños número nueve de Tae, aquel día en el que dormimos bajo mi cama.

Con los vestigios de su hermosa sonrisa rondando en mi mente como un fantasma, me deslicé hasta quedar acurrucado en mis cobertores bajo la cama. En el mismo sitio donde nos habíamos acostado hace ya tanto tiempo. Puse mis brazos uno sobre el otro y mi cabeza sobre ellos, mirando hacia ese rincón oscuro, donde sabía perfectamente que estaba mi cajita de los recuerdos, pero que tenía miedo de abrir. Se me escapó una sonrisa al imaginarlo a mi lado, justo como aquella noche de treinta de diciembre. Su risa volvió a invadir mi sistema y una amargura se posó en mi pecho. Me sentía un imbécil por sacarlo de mi vida, por querer intentar parecer fuerte cuando realmente estaba cayéndome a pedazos. Había estado saliendo con otros chicos, yo realmente lo había intentado, pero nada funcionaba, o quizá soy yo el que no funciona, el estúpido que no quiere soltar su pasado y seguir adelante.

Ahí, tumbado en la fría madera del piso, observando fijamente la caja de color verde limón, que estaba algo sucia por el tiempo que llevaba escondida en el mismo lugar, y, sin ser abierta; me pregunté si él sentiría lo mismo. Si él me extrañaría tanto como yo a él. Si estaría muriéndose por verme. Si no me olvidó. 

Fue inevitable sentir un nudo en mi garganta cuando extendí el brazo derecho para tomar esa caja, que desde donde estaba, silenciosamente, me pedía que la abriera e intentara recordar todos los buenos tiempos. La puse frente a mí y me apoyé sobre mis codos, dándome un golpe en la cabeza con la cama, maldije en voz baja y me encogí un poco en mi lugar. Observé la caja durante unos minutos, aún dudoso. Por la ventana -que olvidé cerrar antes de acostarme- entró una ráfaga de viento frío que acercó más a mí la destartalada caja. Mis ojos ardían, estaban acumulándose las lágrimas cuando por fin decidí abrirla. La primera fotografía que encontré era una mía, de esas que te toman para guardarlas en los registros de la escuela. La miré unos segundos y luego la dejé en el piso. No recordaba haber guardado demasiadas fotos ahí, aún cuando mi intención era guardar memorias en ella, después de que mi mejor amigo se fuera, no volví a guardar nada allí, porque sólo quería que fuera una caja llena de fotos nuestras, de él, de la obra de arte que es, y ahora no me quedaba más que mi pobre y roto corazón. La siguiente era la de mis padres, esa que le mostré a Taehyung la noche de su cumpleaños. Acaricié sus rostros con el dorso de mis dedos, admirando de nuevo lo artística que era aquella fotografía y recordando las palabras de mi amigo. Casi pude sentirlo a mi lado preguntándome por mi desconocido padre. Dejé esta fotografía junto a la otra en el piso. 

Su sonrisa cuadrada y sus ojos oscuros fue lo primero que vi cuando saqué la siguiente fotografía. Sentí mi corazón oprimirse cuando recordé aquel día, cuando no existía nadie más que él y yo en la cima de una montaña rusa, en la cúspide de todas mis emociones, el día que por fin me admití a mí mismo que estaba estúpidamente enamorado de mi mejor amigo. Una lágrima empapó su hermosa sonrisa y yo cerré los ojos con fuerza, amortiguando mis sollozos sobre el cobertor, sintiéndome más débil que nunca, deseando más estúpidamente que estuviera ahí conmigo. Cuando abrí los ojos, sólo fui capaz de limpiar la fotografía con ayuda del edredón y dejarla junto a las otras en el piso. La próxima sólo me hizo sentirme más miserable. Teníamos la costumbre de fotografiarnos cuando estábamos aburridos, así que esa tarde, luego de jugar vídeo juegos hasta que a ambos nos dolió la cabeza, Taehyung me rodeó el cuello con uno de sus brazos y me acercó a él, tomándome totalmente por sorpresa, él ya llevaba tiempo que no me abrazaba normalmente, pero entonces empezó a sacarnos fotos con su teléfono y luego me las envió por Kakao Talk, diciéndome que las imprimiera, que eran un regalo para mi cajita de recuerdos. Recuerdo que esa noche cuando se fue a su casa, yo hice un collage con las cuatro más lindas,  y "curiosamente", en esas cuatro fotos, el único que realmente lucía bien era él, con su boca y ojos cerrados, volviéndose líneas, haciendo gestos con su dedo índice y corazón; mientras que yo salía distraído, con la boca abierta y el pelo revuelto. No me importaba que yo pareciera un desastre, mientras él estuviera en la foto, siempre iba a ser hermosa. Solté la fotografía en el montonsito junto a la caja y me impresioné al darme cuenta de que sólo quedaba una dentro, que reposaba volteada, sin permitirme ver a simple vista cuál era, la tomé preparándome para verla, pues ni siquiera la recordaba. Me esforcé en sonreír cuando por fin observé la fotografía, traté de no llorar más, de recordarlo como la hermosa noche que fue. Los recuerdos se apoderaron de mi mente, uno tras otro, y llegué a sentirme fuera de lugar estando tan concentrado en mis pensamientos, tanto, que luego mi propio subconsciente me recriminó por andar viviendo a medias, viviendo a través de fotografías. Era la fotografía que nos sacó mi madre el día de su cumpleaños número nueve, la que yo guardé ese mismo día diciéndole mis propósitos con aquella idea. Junté todas las fotos de nuevo dentro de la caja y sonreí aún derramando lágrimas, calientes y deprimentes, que sabía no iban a cesar. 

Acomodé mi cabeza sobre mis brazos otra vez y dejé mi cristalina vista fija en el cielo estrellado que se asomaba por la ventana. Y volviendo más dramática y triste la escena, una estrella fugaz atravesó el cielo, y si era cierto lo que decían, eso de que si le pides un deseo a una estrella fugaz, ella te lo concederá; le pedí que me trajera de vuelta a Taehyung, aun cuando mis esperanzas eran casi nulas, aun cuando estaba a punto de darme por vencido. 


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friends ➳ taekookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora