2

50 11 0
                                    

B.

  —¿Por qué quieres irte?—
me preguntó como un niño desilusionado.

   —Debo irme, no puedo quedarme más tiempo en una casa que no es mía. Sería lo más lógico, ¿no?—
respondí con sinceridad.

   —¿Por casualidad...—dijo mirándose las uñas de las manos con realeza—¿recuerdas cuál es la tuya?—dijo desafiante.

  ¡Maldita sea!, cierto.

  —Además, debes ir a un hospital—quise interrumpirlo pero no me lo permitió.

  —Soy la única persona que puede ayudarte, ¿acaso crees que alguien más aceptaría hacer algo por ti sin pedir nada a cambio, B?.

—¿B?.

—Fabuloso apodo, ¿cierto?.

  —¿Por qué quieres ayudarme?—le pregunté.

  De verdad ¿por qué quería ayudarme?, hoy en día ningún desconocido te ofrece ayuda, ¿querría algo a cambio?¿pero qué podría querer de mí?, no tenía nada que ofrecerle.

—Porque... ¿sí?—dijo, dudoso.

  Bufé.

   —Nunca le negaría mi ayuda a una dama—continuó galante.

Me sonrió perversamente, con la típica sonrisa con la que debía conquistar a toda la población femenina.

  —No puedo salir a la calle con sólo una bata de baño, esperaremos a que mi vestido...

—No es necesario—me interrumpió—te traje ropa, espero que sea de tu agrado. Revisé la talla de tu vestido y gracias a eso compré la ropa a la medida, así que no te preocupes, te quedará bien, espero que te guste—dijo tendiéndome una bolsa de papel, adentro había unos shorts de jean oscuros y una camiseta de breteles blancos.

Lo observé perpleja, ¿porqué tanta amabilidad?

  —¿Compraste?—dije, enarcando una ceja con una sonrisa.

—De acuerdo, lo pedí a domicilio de una tienda de por aquí cerca.

Solté una risita.

  —Muchas gracias—le dije.

Sus ojos brillaron de alegría.

  —Tómalo como un regalo.

  —¡Ah, si!, casi lo olvido, también te traje un par de zapatillas—me tendió otra bolsa.

  —"Trajiste".

  —Da igual.

  —¿Por qué haces todo esto por mí?, ni siquiera sabes cuál es mi nombre.

Se acercó a mí, y me miró a los ojos.

Tenía unos ojos azules como el cielo, los cuales emanaban sinceridad pura, ¿debía confiar en él?, no, aún no lo conocía suficiente, no sabía absolutamente nada de él.

  —¿Vas a cuestionar todo o vas a dejar que te ayude?—no respondí.

Me vestí y cuando acabé él me estaba esperando apoyado en el umbral de la puerta.

En su boca saboreaba un chupa chups. Se veía como un niño sexy, llevaba puesto unos jeans oscuros que se le amoldeaba a las piernas y al trasero, una camiseta gris que apretaba sus fuertes biceps y unas zapatillas negras.

  —¿Estás lista?—me preguntó, asentí con la cabeza. Hizo una pausa y luego abrió la puerta para salir—Nunca entenderé porqué las mujeres tardan tanto en arreglarse.

Amor A Segunda Vista [En Corrección]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora