Shōto pensó que sería fácil organizar una boda, pero tenía que lidiar con Izuku y sus hormonas.
Pelearon—Midoriya— por los platillos, la decoración e inclusive la vestimenta.
"Tendrás que usar algo holgado, para que estés más cómodo." Sugirió Shōto a su prometido.
"Increíble tu manera de decirme que estoy gordo, y no entraré en ningún traje." Gruñó el pequeño, dándose la vuelta para caminar lejos de su acompañante.
Shōto suspiró, contando mentalmente hasta cincuenta, porque hasta el diez ya no le funcionaba.
"Sabes que no quise decir eso." Shōto intento tomarlo por la cintura pero lo único que recibió fue un manotazo del menor antes de saliera furioso del lugar.
Y eso no fue lo único.
Pero las cosas eran así, y Todoroki lo sabía, por eso, aquí se encontraba frente al mar en su boda.
Todoroki se sentía nervioso pero aquello se esfumó, y lo único que podía pensar cuando le vió fue que había valido la pena.
Esas peleas por el miedo que tenían los dos al no querer ser descubiertos, sumándole la de su padre por declararse a Izuku meses después frente a todos los estudiantes. Aquellas salidas a media noche que terminaba en acurrucados sobre su cama o la de su novio, preguntando cómo estuvo su día. Los besos robados e inocentes por parte del menor. Las escenas de celos bastante tontas; porque ver a su pequeño chico vestido de blanco, caminando por la arena hasta donde él con una sonrisa en sus delgados labios, las mejillas ligeramente sonrojadas—que hacían resaltar más sus pecas—, y sus ojos tan brillosos por la emoción, era lo más hermoso que hubiese visto alguna vez, y sí, definitivamente había valido la pena.