El Diente de Buda

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Desde el día que el tercer shogun de Kamakura, Minamoto no Sanetomo, supo que un respetado monasterio chino poseía un diente de Buda, deseó ardientemente poseer la reliquia. Cierta noche, Sanetomo soñó que se encontraba en un magnífico templo en China escuchando el discurso de un monje de gran sabiduría ante la multitud. Cuando preguntó por la identidad del santo varón, uno de los fieles le informó de que se trataba de Senritsushi.

Sanetomo replicó que el famoso discípulo de Buda había muerto muchos años atrás, pero el hombre le repuso: "¿Cómo te atreves a querer conocer la frontera entre la vida y la muerte? Es cierto que el cuerpo de Senritsushi dejó este mundo hace largo tiempo, pero su espíritu ha renacido en el monje Ryoshin, de Yukinoshita, en Kamakura". Cuando el shogun despertó, de inmediato mandó traer a su presencia a Ryoshin, quien, muy curiosamente, había tenido un sueño idéntico.

Este acontecimiento insólito avivó en Sanetomo el deseo de conseguir el diente de Buda, y, por fin, con enormes costes, envió una misión a China con riquísimos presentes de oro, plata y maderas olorosas, a fin de pedir que el templo le prestara la reliquia para venerarla en Japón. Tras un largo viaje por mar y por tierra, los representantes del shogun llegaron al templo chino y transmitieron la petición de Sanetomo. Los monjes la acogieron con gran reticencia, pero ante los valiosos obsequios y la solemne promesa de que el diente sería devuelto después de que el shogun le rindiera homenaje, terminaron por acceder.

Sin embargo, Sanetomo no era el único en desear la reliquia. A su llegada a Japón, las tropas del emperador Juntoku interceptaron el precioso cargamento, que pasó a la custodia del palacio imperial, en Kioto.

Sólo la mediación de un anciano consejero de palacio logró evitar una guerra civil. Sanetomo recuperó el diente, y su fervor era tal que salió a recibir a su delegación hasta Odawara y escoltó personalmente el tesoro hasta instalarlo con gran ceremonia en el templo familiar de Choshoju-in, trasladándolo después por indicación de los oráculos al templo zen de Engaku-ji, donde fue venerado largos años en medio de prodigiosas manifestaciones sobrenaturales y milagrosa ayuda divina en temporales, pestes, inundaciones, terremotos y guerras.

En 1467, durante una guerra civil el diente fue capturado, pero enseguida las luces misteriosas que surgieron de la urna de cristal que lo custodiaba revelaron que el diente había retornado milagrosamente a su lugar original: el pabellón Shariden de Engaku-ji, único edificio que ha sobrevivido más de cinco siglos gracias a la protección del diente de Buda.

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