Mucho tiempo atrás, el santuario de Hachimangu estaba rodeado de arrozales. En el estrecho sendero que separaba dos campos, alguien había plantado un sauce que permaneció incluso cuando desaparecieron los arrozales al ampliarse el recinto del próspero santuario.
Este sauce era tema de poemas clásicos por la belleza de sus hojas tiernas, que con su verde luminoso anunciaban la primavera y, a causa de la fama del árbol, el lugar acabó por llamarse Yanagihara. Cierto día, un monje peregrino en el camino de regreso después de visitar el santuario de Hachimangu pasó por Yanagihara y se sentó al borde de un estanque para descansar. Entonces, una pequeña araña salió del agua, caminó unos momentos por la orilla y subió al pie derecho del monje peregrino. Cuando llegó al talón, hizo una telaraña y, arrastrando un extremo del hilo entró en el agua, donde desapareció sin hacer el menor ruido.
El monje se extrañó ante el comportamiento de la araña y el hilo que brillaba con los cinco colores le pareció de mal agüero, de modo que, tomando el extremo sujeto a su talón lo ató a una gruesa estaca, clavada en el suelo. Al cabo de un rato, la araña volvió a salir del estanque, sujetó una telaraña en su pie izquierdo y volvió de nuevo al agua, sin que en la superficie se produjera el menor movimiento.
El monje peregrino miró con aprensión el brillante hilo de colores y, tomándolo con firmeza entre los dedos, lo ató a la misma estaca de antes. De repente, se escuchó un tremendo ruido subterráneo y la estaca salió arrancada de cuajo en dirección al centro del estanque y fue arrastrada hasta el fondo. El monje peregrino se quedó asombrado en extremo, pensando que si no hubiera hecho caso al hilo de araña ahora sería él quien habría ido a parar al fondo del agua.
Convencido de que la araña era una aparición, permaneció en el borde del estanque rezando durante siete días y siete noches para librar el lugar de la presencia maligna. Justo en el último día, cuando terminó de recitar las plegarias, el cielo que hasta entonces estuvo despejado se cubrió de nubes oscuras y comenzó a caer un aguacero. El agua del estanque parecía hervir, produciendo una espuma blanca. De repente, escuchó un ruido ensordecedor, y el brillante hilo de araña de cinco colores formó un grueso haz y se elevó al cielo como un arco iris que se perdió en la lejanía.
Cuando el monje peregrino se postró para agradecer a los dioses su benevolencia, sobre su cabeza cayó el agua a raudales, como si de una cascada se tratase, mientras entonaba el sutra "Shingondarani". En ese momento, de la superficie cubierta de espuma del lago surgió una enorme araña negra, que trepó veloz por el hilo de cinco colores y, empujada por el viento, se perdió muy lejos en el cielo del este, más allá de Kanazawa [1] y nunca más apareció por Kamakura. Y el monje peregrino continuó su camino, cruzando bosques y valles, con las piedras como almohada y las hierbas como lecho.
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Cuentos y Leyendas Japonesas
القصة القصيرةJapón. Un país de gran cultura contemporánea, llena de historias fantásticas, cuentos de terros, historias de fantasía y relatos de amor. Historias que creerán imposibles. Cuentos que te darán ganas de bendecir el no vivir en Japón (o tal ves lo con...