1 año después…
-Ey, Chicle, enciende la radio-dijo la rubia de 13 años, que jugaba con unas muestras de químicos.
-Deja eso, harás que explote el laboratorio.-le ordenó Chicle-¿Y para qué quieras que encienda la radio?
-Para escuchar a Marshall Lee-sonrió la niña. A Chicle se le calló un vaso al suelo al escuchar ese nombre.- Sale todos los viernes cantando una de sus canciones en la radio local. No lo escucha casi nadie, pero canta muy bien.
“Lo sé” Le había gustado decir a Chicle, pero no podía nombrarle. Sonrió y encendió la radio. Ahí estaba.
-Y ahora escucharemos a nuestro magnífico Marshall.
-Gracias Mike.
Silencio, y Marshall Lee comenzó a cantar.
-Yo… Voy al baño, ahora vuelvo-dijo Chicle.
Corrió al baño y se apoyó en la puerta. Sentía un peso en su interior y un nudo en la garganta. Se lavó la cara y se miró al espejo. Se había puesto rojo, eso no era normal en él. Esperó un rato y salió. Volvió junto a la niña y siguió con su investigación.
-Fiona, ¿puedes pasarme ese líquido azul?
-Claro-sonrió.
Chicle la miró, aquella sonrisa logró animarle, era brillante y bonita, como ella. No pudo evitar sonreír.
3 años después.
Tan solo faltaban 3 días para la coronación de Chicle. Tres días y sería el príncipe que se ocuparía del reino de Caramelo. No quería. No se sentía preparado para tanta presión. Aunque los chuches eran amables y cariñosos, nunca suponían ningún problema, eso era bueno. Tal vez no sería tan duro.
-¿Estás nervioso? Tan solo faltan tres días-canturreó Fiona.
-Sí, lo sé, pero no estoy nervioso, sabía que este día llegaría. Oye, Fi, ¿vendrás?
-¿Q-Qué? Pues, yo…-se sonrojó un poco.
-Bueno, va a venir gente importante del país de Aaa, y para mí tu eres importante, así que sería bueno que vinieras-sonrió, con cierto sonrojo.
-Esto… Está bien, vendré-también sonrió.
-Señor-les interrumpió la criada Menta-debe venir a probarse el traje.
-Por supuesto. Adiós, Fi, te espero-sonrió y se despidió con la mano desde la puerta.
-Adiós…
-¡Ay Fiona que has ligado!- gritó Cake, desde la ventana.
-Cállate o te oirán-la ordenó, ruborizándose completamente.
Aquella noche el castillo estaba a rebosar. Habían acudido todos los príncipes de la tierra de Aaa, incluso el príncipe insecto. Chicle resopló detrás de la puerta, sintió los nervios recorriendo su cuerpo. No quería hacerlo, no estaba preparado. Las trompetas sonaron, y las puertas se abrieron. Chicle cambió su expresión por una amable y reluciente, tratando de esconder al máximo sus nervios. Todo ocurrió tan rápido… Llegada al trono, charla, aplausos, coronación, más aplausos, y música. Chicle sintió desfallecer desde su nuevo asiento real.
-¿Se encuentra bien, su alteza?-preguntó Menta.
-¿Eh? Ah… Sí…-susurró. Alteza… Eso le quedaba tan grande…
Buscó a Fiona con la mirada, y la encontró junto a la mesa de los canapés. Se levantó para ir a hablar con ella, pero los demás nobles le avasallaron a preguntas, haciendo su camino más difícil. Se tenía que aguantar y contestar con cortesía a todos. Se sentía ahogado y estresado, había demasiada gente, y a él no le habían gustado mucho las masas. Hasta que después de una hora, consiguió llegar a donde tenía planeado, pero llegó tarde. Aquel príncipe Flama estaba hablando con ella, y parecía encantada. Aceptó bailar y se fueron a la pista. Chicle se quedó en el sitio mirando. No aguantaba más. Corrió disimuladamente a la segunda planta y se asomó al balcón. Hacía frío, pero no lo notó, estaba acalorado y sudando. Se acercó al borde y gritó hasta que se quedó sin aire. Jadeó y se sentó en el suelo, tirando la corona lejos de él.