Un suspiro escapó de sus pálidos labios. No conseguía conciliar el sueño. En realidad, no lo conseguía desde hacía más de una semana. Justo cuando dejó de ver a Chicle.
Últimamente, el príncipe estaba demasiado atareado, y no tenía tiempo para él. Tampoco es que pidiera demasiado, o eso suponía.
Se levantó del sofá y subió a ducharse. Al salir, se vistió con unos vaqueros rotos y una sudadera negra. Cogió el parasol que siempre dejaba en la puerta y comenzó su camino, como todas las tardes, hacia el castillo.
No tardó demasiado en llegar, y llamó a la puerta, esperando a que Mentita saliese para informarle de que si podría ver a Chicle ese día, o, como todos los anteriores, no.
-¿Tú otra vez?-preguntó con cierta irritación el pequeño caramelo.
-Sip. ¿Está Chi...?
-No-negó con la cabeza-Me temo que hoy tampoco podrá atenderte.
El vampiro resopló desquiciado. No es que precisamente tuviera mucha paciencia, y la estaba perdiendo día tras día. Soltó un pequeño gruñido.
-Bueno, le dijiste que vengo a verle ¿no?
-Claro.
Marshall le miró esperando alguna respuesta.
-Ah-continuó al percatarse de su interrogante mirada- Dice que vale.
-¿Y-Ya está?-preguntó con un pequeño tic en un ojo.
Mentita asintió convencida, lo que le sacó completamente de sus casillas. Consiguió entrar al castillo antes de que la sirvienta cerrara y voló rápidamente hacia el laboratorio.
-¡Marshall Lee! ¿Dónde te crees que vas?-exclamó Mentita, tratando de alcanzarle.
Le fue imposible llegar al laboratorio a la misma velocidad del vampiro, por lo que simplemente lo dejó pasar.
-¡No molestes al señor!-gritó desde abajo, antes de volver a sus quehaceres.
Marshall abrió la puerta de golpe, volviéndola a cerrar de la misma manera para acercarse rápidamente a Chicle, revolviendo todos los papeles a su paso.
-¿Qué se supone que te pasa a ti?-exclamó el mayor con los ojos encendidos.
El pelorosado se sorprendió al ver al mayor entrar de esa forma, y exclamó frustrado al ver como descolocaba sus papeles.
-Esto me ha costado mucho trabajo, ¿sabes?-le miró frunciendo el ceño, ignorando su pregunta.
Se levantó a recogerlos y colocarlos de nuevo en la mesa, susurrando palabras que el vampiro no lograba entender. Enfadado, sujetó su brazo, buscando que le mirara.
-¿Quieres dejar de ignorarme, por favor?
-No puedo Marshall, lo siento-frunció los labios y asintió para si mismo-Esto es importante.
Marshall no se había fijado en las pintas que llevaba Chicle. Tenía la bata hecha un desastre, al igual que su pelo, y tenía unas ojeras enormes. Sabía de sobra que cuando Chicle se metía en el laboratorio, se esforzaba demasiado, y llegaba a pasarse horas sin dormir. Pero de ahí, a que ni si quiera le hiciera caso, le ponía enfermo.
-Oye, ¿has dormi...?
-Es que, bueno, es algo que no entenderás-prosiguió el príncipe con cierto entusiasmo-pero estoy a punto de descubrir...
-¡Me da igual!-le interrumpió- Me da igual lo que estés a punto de descubrir, Chicle-soltó al fin, casi sin pensarlo-Llevas más de una semana sin salir de aquí... ¡Está empezando a oler a muerto!
Chicle se sentó de nuevo mirando por el microscopio. Temía que se le olvidase qué era lo que necesitaba de aquel microbio.
-Sí, sigue, te escucho.
Marshall enrojeció de rabia y apartó el aparato brusamente, haciendo que el rosado se quejase ante aquella acción. El vampiro sujetó su mentón, haciendo que le mirase. Aquel fue el momento en el que Chicle se dio cuenta de que estaba enfadado de verdad.
-¿Quieres hacerme caso por un maldito segundo?-exclamó.
-Está bien-suspiró Chicle-Habla rápido...
-¿Q-Qué hable ra...?-cerró los ojos y suspiró, tratando de calmarse-¿Por qué pasas de mi?
-No paso de ti-le interrumpió, haciendo garabatos con un boli en un papel.
-Sí, sí que lo haces. Lo estás haciendo ahora mismo.
-Marshall, no tengo tiempo para esto. En cuanto acabe el experimento, tendré todo el tiempo para ti-dijo cortante.
El vampiro se mordió el labio inferior, nervioso. Aquella situación comenzaba a estresarle.
-Pareces mi madre joder-resopló cerrando los ojos-Muy bien. Haz lo que te de la gana. Acaba este experimento tranquilo, y el próximo y el siguiente, que no te voy a molestar más.
-Lo siento de verdad Marshall-continuó diciendo, mirando por el microscopio-Te prometo que cuando aca...
Sus palabras fueron interrumpidas por un portazo. Resopló mirando la puerta y se echó hacia atrás en su silla. Se frotó los ojos y bostezó, tal vez era la hora de un descanso.
Con la velocidad a la que iba, Marshall no tardó en llegar a su casa. Tiró el parasol en medio del salón y subió a la habitación, dejándose caer en la cama.
-¡Será imbécil!-exclamó, dándole un puñetazo a la pared.
Frunció el ceño al ver como sus nudillos enrojecían por el golpe. Se sentó con las piernas encogidas, mirando a la nada.
Se cubrió la cabeza con los brazos, sin entender nada. ¿Se habría cansado ya Chicle de él? Notaba como sus ojos escocían, y rápidamente se pasó la mano por ellos, para evitar las lágrimas.
Sabía que Chicle tenía un papel muy importante en el reino; era el príncipe ni mucho menos, pero no entendía su comportamiento. Entre reuniones, viajes, y sus malditos experimentos, no había podido verle en mucho tiempo, y cuando lo hace, discuten.
Tal vez era el momento de darse un descanso.