capítulo 2

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(Kelsey)


Llevo una semana trabajando en la mansión Lamont y por suerte todavía no han descubierto que soy una chica.

Los chicos me tratan como un camarada más y para las señoras es como si fuera su niño, a veces me incomoda un poco tanta atención. Por otra parte los Lamont hacen su vida, Mare dejo de acosarme al tercer día.

Ahora me encontraba en un club con los chicos. El club es un bar cercano, donde solo se permiten hombres, así que era obvio que en un principio no iría. Allí los hombres se dedican beber cervezas y ver espectáculos de meretrices.

No me dieron opción a negarme, así que acabe aceptando, aunque sé que no me conviene estar aquí, pueden llegar a descubrir que soy una chica y eso me metería en problemas.

Pidieron una cerveza para cada uno, obviamente me invitaron. Ya les había contado que mi situación económica es delicada, no les quise decir que con delicada era que vivía en la calle, pero entendieron que cada centavo que ganaba era importante para mí.

En cuanto me sirvieron la cerveza me la quede mirando, y espere a ver que hacían los chicos. Vi que le dieron un par de tragos a sus cervezas y la bajaban, así que los imite. No me gustó nada su sabor, era muy amarga, así que puse mi mejor cara para disimular.

-¿Qué pasa, no te gusta? –pregunto Kennet.

-No es eso –mentí sonriendo.

-Entonces ¿Qué pasa? –pregunto mirándose.

-Que hace mucho que no tomaba –dije lo primero que se me ocurrió.

Empezamos a hablar y reírnos, de cosas triviales, anécdotas de los chicos.

-¿Qué nos cuentas de ti, tienes hermanos? –me pregunto George.

-No, soy hijo único.

-Queremos saber más cosas sobre ti –dijo Kennet.

Pusieron la atención en mí, con una sonrisa, cosa que me hizo ponerme nerviosa. No sabía que contarles, ¿Qué estaba sola en el mundo? ¿Qué he sido una mendiga desde los diez años?

-Pues... yo no tengo familia -murmure bajando la mirada.

-Oh... -dijo Kennet triste.

Eso hizo que apretara la mandíbula para evitar que mis ojos se pusieran llorosos, no quería compasión de nadie.

-Pobrecito –dijo George.

Se levantaron y me abrazaron tomándome por sorpresa.

-Pero yo estoy bien, no hace falta que coloquéis esas caras largas –dije sonriendo.

Aún seguían abrazados a mí, pero no quería llorar así que acabe con el abrazo.

Seguimos hablando cambiando de tema, para no bajar los ánimos. Note una mirada penetrante en mí. Busque su mirada por el local, hasta que me topé con un hombre muy musculado que no me quitaba la vista de encima. Me empecé a agobiar.

-¿Conocéis al tío ese? –pregunte a los chicos, mientras les indicaba sutilmente a quien me refería.

-Sí, es Angus Griffin tiene uno de los castillos al final del pueblo –comento George.

-Nosotros pensamos que es como una serpiente –dijo asintiendo la cabeza convencido de lo que decía.

-¿Serpiente? –pregunte con humor, no sé si por el mote por él que le llamaban o por las cervezas.

-Ya sabes. Elegante por fuera pero venenoso por dentro.

-¿Por qué lo preguntas? –pregunto Kennet.

-Es que no para de mirar hacia aquí.

-Seguramente porque eres nuevo –dice restándole importancia.

Cuando ya llevaba unas cervezas encima, me sentía algo mareada, así que me disculpé y dejé a los chicos viendo el cabaret para ir al servicio a refrescarme la cara.

-Una cara nueva en el pueblo –escuche una voz muy grave a mi espalda.

Al girarme vi al señor Griffin. Ahora que lo veía de cerca era más intimidante que antes. Su cabello oscuro, igual que sus ojos.

-Soy Key –me presente.

-Yo soy Angus Griffin –dice ofreciéndome la mano.

Se la estreché. Pero Angus no soltó mi mano, haciendo que la atmosfera se vuelva incomoda. Quería retirar mi mano pero la agarró más fuerte, mientras fruncía el ceño, parecía confuso.

-¿Me devuelves mi mano? –pregunto confusa tirando de mi mano.

-Disculpa, pero me ha sorprendido la suavidad de tu piel –dice mirándome de arriba abajo.

Esto cada vez se ponía más incómodo solo quería salir de aquí e ir a mi habitación.

-Emm... yo... Adiós –me despedí rápidamente tartamudeando, mientras caminaba dando pasos hacia atrás sin mirar donde iba, entonces me choque con otro tipo que olía demasiado a alcohol.

-Mira por dónde vas muchacho –me dice con voz muy muy ronca, culpa del alcohol.

-Si perdona –me disculpo rápidamente.

-Pero que fino eres –murmura cogiéndome fuertemente del brazo.

-Suélteme, me hace daño –le dije forcejeando.

-Suelta –ordeno Angus.

El tipo me soltó de golpe y se metió al servicio mientras murmuraba insultos.

-Gracias –agradecí a Angus.

-No ha sido nada –dijo quitándole importancia- por cierto ¿Dónde trabajas?

-En la mansión Lamont –preferí no mentirle pero le pille sonriendo mientras me miraba de arriba abajo.

-¿Por qué me mira así? –cuando me di cuenta de lo que había dicho me tape la boca con las manos.

-Me pareces interesante.

-¿Por? –pregunte confusa.

-Me pareces lindo –dijo poniendo una sonrisa siniestra.

Esta intentado cortejándome, eso hizo que me pusiera en alerta, tenía que salir de allí ya.

-Lo siento me tengo que ir.

-Cuidado con las bestias –dijo soltando una carcajada.

Eso realmente me asusto. ¿Se refería a lo que me contaros los chicos el primer día?

Rápidamente fui a donde estaban los chicos y les dije que me encontraba mal, decidieron que ya era hora de volver, así que alquilaron un carruaje sencillo, para acercarnos a la mansión Lamont.

Ayude a Kennet a meter a George en su habitación, ya que se había dormido en el viaje, y pesaba demasiado para cargarlo solo una persona.

Cuando por fin llegue a mi habitación, me pude quitar las ropas de hombre y tumbarme, me sentía muy cansada. Además me dolía la cabeza, por culpa de la cerveza.

No dejaba de pensar en lo que me había dicho el señor Griffin sobre lo de las bestias... ¿Qué quería decir con eso? El sueño gano la batalla haciendo que me quedara dormida.

El misterio del camafeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora