Capítulo 10

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(Kelsey)


Me desperté al sentir un agudo dolor en mi hombro, seguramente de la caída por el precipicio. Me obligue a abrir los ojos para ver donde me encontraba. Con dificultad los abrí, los sentía pesados. Estaba en una cama, en la cama de Alfa.

Sentí alivio al saber dónde estaba.

Mire a mi alrededor y vi a Alfa tirado en el suelo junto a la cama apoyado en la pared, dormido.

No sabía cómo había llegado aquí ni como me había encontrado Alfa.

Me acorde de la herida del costado que me hice al caer. Levante las sabanas encontrándome desnuda, pero ignorando la vergüenza de que Alfa me hubiera vuelto a desnudar volví a centrarme en la herida.

Primero mire mi hombro ya que era lo que más me dolía. Enseguida vi las marcas de un mordisco. ¿Cuándo había pasado eso? No había estado consciente cuando me mordieron. Dolía y picaba pero no me lo quería tocar.

Luego pase a mirar mi costado. Donde tenía que haber una herida enorme o un vendaje solamente había una zona en carne viva, cicatrizando. No había herida. No podía ser posible, recordaba ver la sangre. Si la sangre no era del costado ¿de donde era? Por mucho que se lo preguntara, recordaba el dolor que había en el costado y la mancha de sangre en el costado del vestido.

Me intente deslizar hacia el otro lado de la cama para poder levantarme pero lo único que conseguí fue sentir un dolor intenso recorrerme de arriba a abajo provocando que soltara un alarido.

-Quieta -escuche.

Era Alfa que se había despertado. Rápidamente me tape con la sabana ganándome un gruñido bajo de parte de él.

-No te muevas. Perdiste mucha sangre -dijo levantándose del suelo y sentándose en el borde de la cama.

-¿Cómo llegue aquí? -pregunte.

-Te traje yo. ¿Cómo acabaste allí? -pregunto de una manera que no admitía una mentira.

-Solo... Solo quería volver a casa -dije al borde del lloro.

-Esta es tu casa -dijo acercándose y acariciando mi mejilla.

-Eso no es verdad.

-Si lo es. Desde que te encontré eres mi mate y esta es tu casa.

Antes de poder replicar algo su boca descendió hasta cubrir la mía de manera exigente y voraz.

-El medico ha dicho que si no te hubiera marcado ya no estarías aquí. Ahora necesitas unos días de descanso...

-¿Marcado? -Pregunte sorprendida, interrumpiéndole- ¿Eres tú el que me a mordido?

-Por supuesto. Eres mía, nadie más te puede reclamar.

-Alfa, no entiendo nada. Esto... Esto es...

-Deja los formalismos, eres mi mate. Poco a poco te adaptaras. Pero no me desafíes o tendré que castigarte ¿entendido?

-No, no entiendo nada. No entiendo porque me retienes aquí. No entiendo porque dices que soy tu mate. No sé qué es mate ¿significa meretriz?

-No, tú no eres una prostituta. Eres mi mate y la luna de nuestra manada. Eso significa que eres mi mujer. Si otro hombre que no sea yo te toca, le arrancare la cabeza del cuerpo por deshonrarte -dijo reflejando ira en sus ojos- te retengo a mi lado para protegerte de la lucha que mantenemos contra una manada vecina.

-¿Los que me atacaron?

-Exactamente.

-Pero yo no les he hecho nada -me queje.

-Te quieren para hacerme daño a mí y a nuestra manada.

-¿A ti? ¿De qué manada hablas? Yo no soy como tú, no tengo manda y no...

-Tu eres mía y lo mío es tuyo, mi manada también es tuya -me interrumpió.

-Pero... Pero...

-Cállate -ordeno- tienes que descansar o no te curaras bien.

Podía notar que estaba molesto. Pero yo no podía evitar preguntar sobre todo, necesitaba saber que pasaba.

-¿Y mi herida? -pregunte.

-Déjame ver.

Tiro de la sabana quitándomela de las manos y dejándome desnuda a sus ojos. Grite e intente recuperar la sabana pero el dolor me lo impidió.

-Quieta -dijo tumbándome.

Se puso a mirar mi costado pasando la mano delicadamente su callosa mano por la zona que tenía en carne viva, provocando escalofríos.

-Está curando bien -comento.

-Pero no hay herida.

-Mi mordisco, al unirnos, hace que puedas curarte más rápidamente y algunas cosas más que ya iras notando.

-¿Me voy a convertir en lobo también?

-No, el ser hombrelobo viene de nacimiento. Pero al emparejarte con uno adquieres alguna habilidad de los lobos.

-Alfa...

-Te he dicho que dejes los formalismos -me interrumpió.

-¿Y cómo quieres que te llame? -pregunte confusa.

-Por mi nombre, Rory, o cariño o algo así.

-¿Te llamas Rory? Yo pensaba que te llamabas Alfa.

-Alfa es mi título en la manada. Me llamo Rory.

-¿Qué es ser el Alfa?

-El líder, la figura de máxima confianza en la manada, quien guía, cuida y protege a los suyos. Junto a mi mate hacer lo mejor para todos. Mi mate es la Luna de la manada, es decir, tú eres la Luna de la manada.

-¿Yo? ¿Luna?

-Eres la Luna de la manada porque eres mi mujer y eres parte fundamental para la manada.

-Esto es demasiado para mí -comente a nadie en particular.

-¿Te duele el cuerpo? -pregunto pasando la mano aun por donde debería de haber una herida.

-Sí, me duele todo -me queje.

-Voy a intentar relajarte y hacerte olvidar el dolor.

Antes de poder contestarle ya lo tenía sobre mí pero sin tocarme ni un centímetro salvo los labios que los tenía pegados a los míos. Poco a poco fui notando sus manos en mis pechos, masajeándolos.

Cuando tuve los pezones duros por la excitación dejo de besarme para bajar a chupar un pezón y mientras seguía masajeando el otro pecho, con la mano libre cogió mi muslo para envolverlo a su alrededor y dejar su mano en mi trasero.

-Déjate llevar -dijo con voz ronca cuándo me puse rígida por la anticipación- rodéame con tus brazos.

No hice lo que me pidió, no quería que me volviera a mancillar, no quería esto. Tenía miedo porque estaba empezando a sentir deseos de que siguiera y no parara nunca, no era igual que la otra vez.

-No tengas miedo, no llegare al final si no me lo pides.

El misterio del camafeoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora