Capítulo XIII

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¡¿Dónde...rayos... estoy?!

Sin duda ya no es la mansión, nada se parece a lo que recuerdo de ella.

Me apresuro a buscar una salida y corro por un enorme pasillo de arcos extraños que me lleva a una especie de sala de estar, pero sin ninguna salida, regreso de nuevo y Darío está en la puerta de la recamara en la que acabo de salir, con los brazos cruzados, riéndose de mi decisión equivocada.

—Si buscas el baño hay uno justo aquí adentro—dice dejando salir una pizca de sarcasmo y algo parecido a estar y no estar enojado al mismo tiempo.

Paso frente a él y me dirijo hacia el otro lado, encuentro otro pasillo que da vuelta a la izquierda, un pasillo grande con tres puertas, todas retiradas entre sí, dos del lado izquierdo y una del lado derecho, corro hasta topar pared y vuelvo a encontrarme con otro pasillo. Esta casa es un verdadero laberinto.

Al final del pasillo puedo ver un balcón, corro de nuevo hasta llegar al barandal y me encuentro con un enorme vestíbulo, estoy en la parte inferior de la habitación y por ambos lados del balcón descienden un par de escaleras, tomo la del lado derecho y bajo. Sobre las escaleras hay una alfombra con toques azules y verdes, y el pasamanos parece una especie de enredadera de plumas que finaliza con la cabeza de un ave extraña que escupe fuego.

Al llegar abajo frente a mi hay una puerta de madera con vitrales decorados que forman unas alas de ángel. A pesar de ser hermosa, en ese mismo momento la comienzo a odiar.

Me dirijo a ella y jalo del pestillo, pero no cede, la giro varias veces, pero tampoco accede, está cerrada con llave.

Rayos.

Veo que él joven viene bajando con una mirada intimidante que dice "no podrás escapar" pero lo ignoro.

Camino hacia lo que parece ser otra sala, con sillones rojos, al ver otra salida me dirijo hacia ella, pero solo es un comedor, nada parecido a los demás muebles de la casa nuevos y de moda, este comedor parece ser muy viejo. Más adelante otra entrada, una cocina lujosa y moderna a la vez, sin duda una cocina del futuro, pero sin salida hacia el exterior de la casa, regreso al vestíbulo y encuentro al joven en la sala con un periódico en las manos.

—¿Ya acabaste de registrar la casa? —me pregunta sin despegar el periódico de su vista.

Lo ignoro por completo y camino en dirección hacia el otro extremo de la casa, donde solo encuentro otro pasillo y al final una puerta igual de vieja que el comedor, la abro y cede al instante, con la ilusión de haber encontrado una salida, mis esperanzas se derrumban al darme cuenta de que solo es otra habitación. En el interior del lugar hay una enorme biblioteca con dos niveles y una puerta en la parte superior, la cual pienso que debe llevar a la planta alta.

Todo está tapizado de libros viejos que parecen no haber sido abiertos desde hace mucho tiempo, se puede incluso respirar el polvo en el aire. Estantes por todas partes, repletos de más y más libros. En el centro de todo hay una mesa con tinteros y plumas, un globo terráqueo dorado y un par de libros abiertos llenos de polvo.

Desesperada y enfurecida salgo de ahí.

En otra situación, la biblioteca me hubiese más que encantado, con tanto que leer jamás tendría que aburrirme, pero en mi situación actual, esto me parece una broma de mal gusto.

Cuando regreso al vestíbulo observo una pequeña mesa que no me había percatado de que estaba ahí, sobre esta hay un teléfono, lo cojo inmediatamente, estoy a punto de marcar el número de mi padre cuando el joven habla desde la sala.

Atrapasueños "El Comienzo de una Pesadilla"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora