Capítulo XIV

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Después de la plática de ayer traté de convencer a Darío para que me dejara ir a casa, pero siempre salía con la misma respuesta, "es peligroso", después de eso no hubo más preguntas y tampoco más conversaciones.

No sé cuánto tiempo pase para que vuelva a ver a mi padre, pero estoy empezando a creer que no será pronto.

Por la mañana al bajar de la habitación encontré la casa vacía, aproveché para poder escaparme, pero no hubo oportunidad, quien quiera que haya construido esta casa quería que nada entrara o saliera de ella.

Por la tardé me asomo de nuevo al vestíbulo para ver si Darío a vuelto, pero nada.

Tal parece que sigo sola y encerrada, reviso las cosas que ha traído Carlos el día de ayer y aparte de mis uniformes, veo que me ha traído suficiente ropa como para una semana y media. Si de algo estoy segura es que no volveré a casa por un largo tiempo.

De repente escucho el rasguño de una rama en el cristal de la ventana, abro una cortina para ver el exterior y la suave luz del atardecer entra por ella, cuando me asomo por el opaco vidrio veo que el aire azota con fuerza, pero me sorprendo al ver un jardín en la parte trasera de la casa, está lleno de maleza, las enredaderas cuelgan por todos lados apoderándose de las paredes y el suelo agrietado, en medio del jardín hay una gran fuente seca, hecha de piedra, y en medio de la fuente hay una enorme estatua cubierta de enredaderas, pero poco a poco le voy tomando forma y veo que no es una estatua, en medio de la fuente vive un viejo y enorme árbol, ahorcado por las enredaderas, parece luchar contra toda esa maleza, y sus ramas extendidas al cielo parece pedirle al sol que no se oculte, la escena me parece tan triste que cierro la cortina de inmediato y trato de borrar aquella imagen de mi mente.

Estaba oscureciendo y al día siguiente tenía clases, debía preparar mis cosas, cenar e ir a la cama, entonces escucho que Darío habla y me asomo a ver, camino por el pasillo hasta el origen de su voz.

"Este loco está hablando solo" pienso.

—Ella está bien, está arriba—Darío hablaba por... ¡teléfono!—Si, me ha costado un poco de trabajo, vaya que su hija es... algo terca.

—¿Es mi padre? —Pregunto al llegar al balcón y bajo corriendo las escaleras—quiero hablar con él, pásamelo—le extiendo la mano para que me pase el teléfono.

—Sí, es ella... está bien—Se despega el teléfono de la oreja y me lo ofrece—Toma

—¡Bueno!—digo, pero no se escucha nada. Él ya ha colgado, entonces me volteo furiosa hacia Darío—¡creí que habías dicho que no había línea!

—No había—dice como si le causara gracia, aunque su cara sigue con un gesto de seriedad.

—Y qué significa esto—le digo mostrándole el teléfono y se encoje de hombros—¡ya estoy harta de todo esto!, quiero regresar a mi casa y estar con mi padre, no sé si lo sepas, pero es a la única persona que me importa sobre la faz de la tierra.

—No te puedes ir a tu casa, es peligroso, te lo eh dicho un centenar de veces—dice mientras camina en dirección a las escaleras.

—Sí, ¿Cómo decirme que mi padre es quien ordena que este aquí? Sabes, tengo la impresión de que ese "supuesto padre" al que tu nombras a cada rato no es el mío, lo desconozco por completo, ni en un millón de años mi padre sería esa persona, me temo que estamos hablando de Carlos muy diferentes—a mitad de las escaleras se detiene y gira hacia mí.

—¿Carlos? ¿Así se puso? ese no es su nombre verdadero, su nombre real es Camille.

—¡¿Camille?!

Atrapasueños "El Comienzo de una Pesadilla"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora