Reto de los 30 días (OsoKara version)

Dia 12: Adaptación de alguna película Disney

Había una vez en un reino muy muy lejano, existía un próspero reino con un rey amable y carismático, querido por todos. Alejado de la ciudad había una noble mansión en donde vivía un duque junto a su esposa e hijo, el hombre no podía estar más feliz con su familia, su mujer era sumamente hermosa, con un brillante cabello dorado y enigmáticos ojos azules, pero más allá de su encanto fue su personalidad la que lo hizo caer totalmente enamorado de ella, la joven era de un carácter fuerte, soñadora y muy bondadosa, características que sin duda su primogénito había heredado.

Karamatsu ya tenía 9 años de edad, poseía el mismo rostro y ojos amables de su madre pero conservando su cabello azabache brillante y cejas pronunciadas. El pequeño montaba a caballo, tocaba varios instrumentos e interpretar papeles de los libros que leía a diario con maestría, su amplia sonrisa llenaba de calidez toda la casa y amenizaba la ardua tarea de los sirvientes ofreciéndose él mismo a ayudar igualmente, sin dudas era su mayor orgullo.

Sin embargo la bella esposa del duque calló víctima de una enfermedad mortal, con el paso de las semanas su cuerpo fue poniéndose cada vez más débil obligándole a asumir su fatídico destino, su preciado tesoro, su único hijo lloraba contantemente sobre su regazo viéndole morir, pero nunca estuvo asustada, o al menos nunca lo demostró cada vez que acariciaba su cabello con gentileza sonriéndole en todo momento, dándole palabras de aliento y llenado las tardes de su dulce voz describiendo lo maravilloso que era enamorarse, como ella, quien conoció a su esposo en un elegante y ostentoso baile en el palacio real.

Según contaba fue casi… mágico ¡Sí! ¡Eso era! El amor es mágico, pudo envolverlos en un solo segundo, pero solo pudo florecer como una rosa cuando bailaron al compás de la música, cortejó bajo las velas del salón y se frecuentaron cada vez más en otras reuniones sociales. Por fortuna ambas familias estuvieron muy de acuerdo con su unión, puesto que ninguno venía de mala situación y el honor de seguir con el noble linaje seguiría, pero eso no les importaba, ambos habían sentido un brote en su pecho, lo que todos llaman amor puro.

“Cuando apenas veas a esa persona… varios suspiros saldrán de tu boca, una sensación extraña te recorrerá de pies a cabeza y tu mente estará tan confusa que ni siendo el más sabio de todos los hombres podrás explicar lo que es. Por eso… cuando la encuentres da tu mejor esfuerzo por estar con ella”

Eso fue lo que le dijo su última noche con una voz agotada, a la mañana siguiente no volvió a despertar, había dejado ese mundo en silencio y en paz. A pesar de lo que le había prometido a su madre el pequeño no pudo soportar las lágrimas estando decaído hasta tiempo después, por eso el hombre viendo por su felicidad decidió contraer nupcias nuevamente con una aristócrata viuda, y aun mejor para él cuando supo que la señora poseía ya dos hijos, Karamatsu sería muy feliz si tuviera un par de hermanos con quien jugar. Y así fue, al llegar su nueva familia fueron recibidos por un sonriente y encantador muchacho, los dos chicos se sintieron un poco cohibidos en un inicio, sobre todo porque no acostumbraban tratar con gente que invadiera su espacio personal como lo hacía el oji-azul.

Iyako no era la esposa más que una sombra de la mujer fallecida, de hecho su madre parecería una diosa a su lado, pero sin dudas era una mujer elegante y muy prudente a la hora de hablar, de todas maneras respetaba la decisión de su padre y trataría por su parte volverse más cercano a su nueva familia. En un inicio fue todo bastante bien, la comunicación entre todos progresaba con éxito, más pasado un tiempo cuando fueron conociendo los encantos y talentos del pequeño la envidia de la señora salió a flote, también en los dos nuevos que, influenciados por su madre, dejaban de jugar con el mayor o le ignoraban cuando estaba presente, por supuesto en primera instancia él no lo percibió así, sino más bien se lo tomó naturalmente pensando que necesitaban su espacio.