Capítulo II ~ Conociendo la masturbación

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Días después de aquellos primeros acontecimientos que llevaron a la pequeña Samantha a conocer el mundo de la sexualida, desarrollo una necesidad latente de sentir la sensación bonita, día tras día Samantha se acostaba más tarde que sus padres y se levantaba primero que ellos con el único propósito de deleitarse a solas en su habitación con las acciones que realizaban las personas en el canal Venus, de alguna forma mientras observaba eso sentía una sensación de cosquilleo en la parte baja de su abdomen y unas pulsaciones en su campanita que la incitaban a querer tocarla, Samantha estudiaba en el colegio en las tardes lo que le dejaba las mañanas libres para hacer cualquier cosa, una mañana se despertó bien temprano para ver a las personas desnudas en Venus, esperaba como siempre a un hombre y a una mujer o incluso a dos mujeres, pero esta vez solo había una mujer, esta pasaba sus manos por todo su cuerpo, se apretaba los pesones, se lamia los dedos, hacia movimientos lentos y bonitos, y de un momento a otro se encontraba con las piernas abiertas sobre la cama, tocando de una manera particular la campanita, Samantha al verla se estremeció y sin darse cuenta la estaba imitando, ella también estaba tocando su botón mágico, y se sentía muy rico, esta vez la sensación era más fuerte puesto que no había panties ni pantalones que obstruyeran el contacto directo, era algo maravilloso y de forma espontánea empezó a soltar esos sonidos extraños, decidió morder una almohada para que el ruido no despertara a sus padres y seguía acariciando su campanita que por cierto estaba cubierta por esa cosa pegajosa que vio en sus panties el día que Adriana estuvo sobre ella, se tocó hasta sentir que estallaba en mil pedazos y esto traía al instante la calma, desde ese día Samantha se volvió adicta a lo que llamó tocar la campana.

Ahora todo era una aventura sexual, Samantha relacionaba todo con el sexo sin saber si quiera a ciencia cierta lo que era, miraba a los adultos y se los imaginaba desnudos, se imaginaba que tan grande podría ser la máquina de hacer pipí de los hombres, se preguntaba si todas las mujeres jugaban a tocar la campana, si estaba bien hacerlo o tenía que esperar a ser grande, pasaban tantas cosas por su cabeza pero sin duda todo giraba entorno a las acciones que provocaban la sensación bonita.

El juego de tocar la campana era jugado por Samantha casi todos los días, y conforme pasaba el tiempo encontraba formas innovadoras de hacerlo, entre estas llegó a usar su almohada, la doblaba en dos de modo que fuese más alta, se subía sobre ella como si fuese a cabalgar un caballo, ponía sus manos hacia adelante recostadas de la cama y empezaba el movimiento, de esta forma también usó su teletubi morado, una mochila que era como un peluche y pues con este hacía la misma función que con la almohada, pero la cosa no se quedó ahí, la imaginación de Samantha iba más allá, la perversidad que había desarrollado de forma espontánea iba a tal grado que quería imitar lo que veía en el canal Venus, ya entendía que se podía sentir bonito cuando se juntaban las máquinas de hacer pipí de hombre y mujer, ella ya tenía una por lo que sólo necesitaba otra, pero ella no pensó en ningún niño, sino en un objeto que reemplazara esa parte, dentro de su cotidianidad encontró el objeto que estaba buscando, un desodorante en roll on, era lo más similar que había visto a lo que llevaban los hombres en la entrepierna, cuando tuvo la oportunidad no dudo en usarlo, tomó el desodorante de la habitación y lo llevó a la suya, sabía que sus padres no lo notarian porque habían varios sobre el gabetero y aún lo notaran ella diría que lo tomó para jugar, lo que en efecto era verdad, jugar era exactamente lo que iba a hacer, una vez en su habitación apagó las luces y se hizo la dormida hasta que su mamá se lo creyera, se arropó y bajo las sábanas se sacó los panties, abrió las piernas y comenzó a hacer movimientos con el desodorante sobre su campanita, lo deslizaba de arriba hacia abajo, en forma circular a su alrededor y haciendo presión hasta que la sensación bonita le regalara la calma y al terminar, esa noche durmió profundamente.

Así pasan los días en la vida de Samantha, una niña que cayó en el mundo de la sexualidad siendo muy pequeña, pero ella se encontraba feliz por haber descubierto aquello tan mágico puesto que esto era lo que le daba el toque secreto y alegre a su infancia; las cosas se mantuvieron en este ambiente hasta pasar al siguiente nivel que no sería hasta que Samantha cumple los 10 años. Al llegar a esta edad aparece un nuevo detonante que le da perfeccionamiento a los conocimientos del sentir bonito.

La sexualidad de una virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora