II. No puedo perderte

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Fue la primera vez que te vi, nunca había visto a alguien tan perfecto.
Recuerdo pensar que tenía que tenerte o moriría, y entonces susurraste que me querías; me sentí tan, pacífica.

-Te odio, te odio tanto.
-No, no me odias.
-Debería... Debería odiarte.
-¡Hice todo para hacerte feliz! ¿Quieres saber de qué tengo miedo? ¡De todo! Tengo miedo de moverme, de respirar, de tocarte. No puedo perderte, no sobreviviría, y eso es tu culpa.

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