Menos que uno

XXV. Domingo, 02 de junio, 2019

Hoy estuviste en mi mente más de lo inusual. Imaginé todo lo que hacíamos cuando estábamos juntos y provoca que me olvide de lo demás, porque en ese momento sólo estas tú como atracción principal. Entendí contigo a qué es jugar con todo con lo que cuentas, sin el miedo de saber lo que recibirás a cambio.
Una vez leí esto;

“Un cambio siempre lleva a otro cambio y que quizás ocurra algo que no sea de tu agrado, y por tanto que sufras por ese cambio y por más que no lo aceptes, ese cambio te llevará al camino de algo mejor, algo mejor de lo que perdiste y si no es así, siempre se encontrará la manera de unir lo que ya estaba destinado a ser desde el comienzo”

Te miraba y sentía que a tu lado lo tenía todo, y no, no hablo de lujos, ni de dinero, hablo de felicidad pura, esa felicidad que sentía cuando me decías que me querías y me dejabas con una sonrisa todo el día. Te miraba y pensaba que jamás me sentiría tan especial, eres casi perfecto; con todo tu esplendor y en todas tus versiones, en tus momentos de arrebato y de cordura, con todas tus idas y vueltas, con tus virtudes y defectos, y la verdad nunca antes había llegado a ser tan feliz con alguien. He llegado a pensar en ti a lo largo del día y he descubierto lo interesante que es al relacionarlo todo contigo. Puedo llegar a pensar un sin fin de historias que me imagino contigo. Pensar en todo lo que pude decirte cuando estaba frente a ti. Pensar que no me cansaría de verte a los ojos y probablemente mirar como tú agachas tu cabeza porque te da pena que te vea a los ojos.
Me gustas, sin un método científico exacto. Puedo ver y entender la atracción que producíamos al conectarnos. Tú tan carga negativa y yo tan positiva. Somos esa carga eléctrica que hace funcionar cada uno de los sentimientos que producimos e inventamos cuando estábamos juntos. Me enamoré de cada uno de tus átomos, de cada partícula subatómicas que te forman a ti, que forman parte de tus virtudes y de tus defectos tan peculiares.