LIII. La cura

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Le recetaron olvido. Una cápsula de nuevas experiencias cada ocho horas y, muy importante, no mezclar jamás con otras prescripciones.
Escuchar canciones melancólicas, mandar mensajes de madrugada o revisar viejas fotos estaba altamente contraindicado.

Tuvieron que ingresarle varias veces pero, salvo leves períodos de mejoría, siempre terminaba recayendo. No había esperanza. La suya era una enfermedad crónica de nostalgia.

Siempre recordaría.

Por suerte, 20 años después, la ciencia avanzó y encontraron por fin el remedio a su cura.

Una lágrima sincera le brotó discreta cuando el neurólogo le diagnosticó Alzheimer.

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