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Jueves 2 de Marzo, 2017

Querida Flaviana.

Cuando yo tenía menos de diez años conocí a tu abuelo, pero no fue hasta los veinte años que yo supe de su existencia. Sé que él estuvo encaprichado conmigo desde los quince, y me hubiera gustado saberlo en ese momento, pero yo en ese entonces estaba encaprichada por un muchachito llamado Luka.

Luka era un chico muy apuesto, pero no tenía muchas chicas detrás de él, porque la mayoría eran unas huecas que querían que sus novios las tuviesen controladas y sumisas a ellos, y él no era de esos. Luka era de esos chicos frágiles a los que tú tienes que cuidar que no se rompan.

La primera vez que lo vi, estaba sentado en una de las mesas de nuestra escuela con su vecino Piero.

 — ¿Viste a la nueva? que bonita está.

 — Sabes que no pongo atención a esas cosas.

 — Ah no, tú nunca les prestas atención a las chicas, Luka.

Yo estaba comiendo sola mi almuerzo cerca de ellos, y desde donde estaba podía ver la piel pálida de la nueva y su melena color caoba.

 — Me refería a que no le tomo importancia a si están bonitas o no.

Y era cierto, al Luka de ese entonces no le importaba el físico de nadie, ni se alborotaba por cosas tontas como los demás lo hacían.

 — Me dijeron que es inglesa. Te apuesto a que no sabe ni una palabra de nuestro idioma. Te aseguro que si le hablo no entiende.

  — Piero, no hagas...

Piero le susurró algo interrumpiéndolo a Luka que no alcancé a escuchar y luego se puso a gritar.

 — Eh, preciosa. Eh, Mackenna. ¿Dejas que te susurre al oído versos poeticos mientras miramos una imitación de Judit y Holofernes que tengo en casa y mi mano lentamente se cuela por tu falda?

Unas carcajadas sonaron por todo el alrededor mientras la aludida caminaba hacia ellos con semblante sárcastico.

  —¿Eres estúpido o te apasiona hacer el ridículo?

La cara de Piero al saber que Mackenna si sabía italiano y le había comprendido perfectamente, fue recordada hasta en el día en que ellos dos se casaron.

Me gustaría seguir narrándote cosas, pero a Lucian le duele la mano y no puede escribir. Así que la próxima será.

Prometo hacerte llegar más cartas, y explicarte porque de repente me he apasionado por hacerlo.

Con affetto, Miss Lakewood.

Letras de una pasión contenidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora