O T T O

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Jueves 6, Abril 2017.

Estimada Flaviana.

Cada vez que me siento a escribir siento la necesidad de contarte cosas que te sirvan para llenar tu corazón de esperaza, pero siempre termino escribiéndote trivialidades.

Creo que te he escrito algo sobre Luka en cartas pasadas, pero es tiempo de contarte más, porqué me he puesto a pensar en tu vida amorosa y en si escogiste a la persona indicada.

Luka, como te había descrito antes; fisicamente era un muchacho flacucho y muy alto, de ojos color café claro y cabello rubio. Tenía sonrisa linda y recuerdo que lloraba mucho, era muy sensible. La mayoría nuestros compañeros de escuela le hacían comentarios machistas y yo me enojaba mucho, lo consolaba y así empezamos a salir.

Recuerdo que una tarde lluviosa nos sentamos en el suelo, cerca de la puerta de su casa. El quería besarme todo el tiempo y a mi no me molestaba, yo lo quería.

Entre beso y beso me contó que sus padres discutían mucho y al final él terminó llorando. Traté de consolarlo como siempre pero esa vez no funcionó, así que entró con ojos rojos a su casa.

Al cabo de unos minutos yo seguía en la entrada, sentada con las piernas cruzadas y viendo las gotas de agua caer.

Un chico de diez años, con cabello negro azabache y mejillas sonrosadas se acercó a mi y me dijo.

 —¿Tú también estás llorando?

Ahí fue donde me di cuenta que las lágrimas resbalaban por mis mejillas.

Le dediqué una sonrisa timida y me apresuré a levantarme para irme a mi casa y así no incomodarlo. Él no opuso resistencia y dejó que me marchara sin decir nada.

Esa fue la primera vez que lo vi.

¡Ay mi Stefano, te extraño tanto y no sabes cuanto! ¡Mi corazón se hace pedazos cada vez que recuerdo tus ojos!

Cada vez que siento asfixiarme en esta monotónia invoco su rostro en la espera de recibir su amor y su perdón, y me es imposible.

Después de ese día en su casa, Luka dejó de asistir a la escuela por unos meses. Cuando volvió, se había rapado completamente el cabello.

Vestía de negro y siempre llevaba consigo oculta una daga de plata.

Cuando me acerqué y le pregunté dónde había estado y por qué había tirado frente a mi casa los recortes del periódico donde aparecía Elizabeth Taylor, me miró y me besó de manera salvaje frente a todos. Me sentí tan insinficante.

Sus labios ya no estaban cálidos y dulces. Ahora estaban fríos y ásperos.

Me aparté de él y una lagrima corrió por mi mejilla.

 —Ahora yo no soy el que llora. —susurró cerca de mi oído y siguió andando con paso despreocupado hacia sus amigos que lo veían sorprendidos.

Ese mismo día, cuando me dirigía a mi casa y pasé por la suya, él estaba cerca de la puerta, sentado en el mismo lugar que hacía unos meses habíamos estado. Fumaba tabaco.

Los gritos de alguien se oían dentro de su casa, no quise imaginar quien era.

Frente al gardin estaba Stefano, el hermano menor de Luka que me había visto llorando. Se veía hermoso con sus ojos cálidos. Parecía fuera de aquella escena, se veía tan inocente.

 —¡Lane! —gritó desde la entrada una voz un tanto abrumada por el humo.
Volví mi rostro lentamente y deseé no haberlo hecho. Ahora caminaba hacia mí con la misma mirada de altenería que cuando me habia besado a la fuerza. No queria que volviera hacerlo.

Pero dejé que me besara de nuevo como lo había hecho antes. Todavía me pregunto por qué lo hice.

Me llevó hasta la parte trasera de la casa y metió una mano bajo mi falda. Le pedí de forma exigente que la sacara y un tanto disgustado me obedeció.

Cuando se cansó de besarme ya era tarde, y yo tenía los labios rojos e hinchados.

Lo miré antes de irme y me di cuenta que tenía la mirada turbia.

—Ahora tú hueles a cigarrillo. Ahora hueles a prostituta. —dijo mientras olía mi blusa.

Me enfadé y lo insulté.

Me pareció ver como sonreía mientras yo corría lo más rapido que me permitian mis piernas.

Esa noche lloré y no fue la única noche que lo hice por culpa suya.

Seguro te preguntarás, ¿la misma persona que escribió la carta pasada, escribió esta también?

La respuesta es sí.

A veces eres la que pisotea, o la pisoteada. Nunca lo olvides. Puede que me esté contradiciendo. Pero tú no lo hagas. Nunca lo olvides.

Atentamente: Maggielane Lakewood.

Letras de una pasión contenidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora