Cap: 31-Han vuelto

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° No tengo fe en la perfección humana. El hombre es ahora más activo, no más feliz, ni más inteligente, de lo que lo fuera hace 6000 años.

Edgar Allan Poe.

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*Camil*

Estúpido he inoportuno Mike.

- ¿Por qué estas vestida de monja? – preguntó Mike con los ojos entre cerrados.

Siendo lo único de su interés, y agradecí porque solo esa fue su única pregunta.

- Las monjas – respondí mientras me alejaba de Vic y me paraba firme en el suelo.

Quizá no tan firme ya que mis rodillas temblaban aun.

- Tendrías un buen futuro como monja, se te ve bien el traje– concluyó mirándome de arriba abajo.

Y salvajemente Vic se aparece en la conversación.

- Camil no va a ser monja – Habló posicionándose correctamente sobre la cama – no después de lo que estuvo por… – lo fulmine con la mirada antes de que terminé la estúpida frase que estaba por decir.

De pronto las imágenes antes vividas de Vic y mías se volvieron a mi mente.

Idiota yo. Idiota Vic. Idiota Mike.

¡Idiotas Fuentes en general!

- ¿Qué estuvo por pasar hoy? – Y aquí comenzamos con el interrogatorio - ¿Por qué Camil estaba sentada sobre tu cama?, ¿Por qué se sonrojó antes de que terminas la frase?, y lo más importante, ¿Por qué esta aquí a las ocho de la noche?

- Porque… – estaba por responderle, claramente no le diría la verdad, pero una pregunta era clave, lo cual me hizo ser consciente de la hora – ¿Dijiste qué son las ocho?

- Si – respondió Mike sin importancia.

La hora marcaba mi salida.

- Adiós – dije antes de desaparecer por la puerta sin primero tomar mi bolso fugazmente.

Corrí hasta la parada del bus donde pude aventurarme en una rápida llegada a mi casa.

Las ocho, las ocho de la noche, las ocho pm, las ocho pasado el meridiano, las 20 horas.

La hora no dejaba de repetirse en mi cabeza.

¿Qué le diría a mi madre ahora?

Porque la verdad no era una opción, y la excusa de las hormonas no tuvo un buen resultado la última vez que fue utilizada.

Dentro de diez minutos llegué a la esquina de mi casa, corrí hasta entrar al edificio.

Me encontraba frente a la puerta de mi departamento, ahora era solo cuestión de entrar. Tomé aire y abrí la puerta de un solo golpe mientras mis ojos estaban abiertos con fuerza.

Estoy muerta, estoy muerta, estoy muerta.

- ¡¿En dónde carajos te metiste?! – gritó mi madre que estaba parada frente a la puerta.

- Y-yo… estaba en el colegio – sonreí inocentemente.

Estoy muerta, estoy muerta, estoy muerta

- ¿Vestida de monja? – señalo mi ropa incrédula.

- ¿Si? – sonó más como una pregunta que como una respuesta.

Su ceño fruncido fue todo lo que conseguí.

- Primero tu hermana llega vestida de sirenita, encontré a Tom poniéndose mis tacones negros que ahora se le atoraron, ¡Y ahora tú vienes de monja! – exclamó enojada.

- Yo tengo una buena explicación – se defendió Tom rápidamente.

Ni siquiera me di cuenta que a un lado de mi madre, estaban sentados en el sillón Kay con su traje de sirena, y Tom con los tacones de quince centímetros atorados.

- Al igual que todos, y la van a contar – aclaró mi madre – es una suerte que Jack y yo seamos los únicos normales aquí.

- He llegado familia – habló alguien atrás mío, rápidamente todos volteamos a ver.

Era Jack, no una muy buena forma, solo digamos que su cabello era rosado y que su estado era etílico.

Esta fue la gota que derramó el vaso, para mamá.

- ¡Siéntense todos! – ordenó mi madre.

Y en cuestión de segundos, todos estábamos sentados en completo silencio.

- Empieza a explicarte Tom, y después los demás – está sería una larga, larga noche.

El problema había terminado.

Tom usaba los tacos de mamá porque había oído que eso mejoraba el equilibrio y el entrenador de futbol le había dicho a Tom que si quiere participar tendía que mejorar en ese aspecto.

Kay, trabajaba medio tiempo como animadora de fiestas.

Jack se había reencontrado con viejos amigo y se fue a recordar viejos tiempos, la lección que él nos dio es que nunca tienes que apostar que puedes mover un carro con tu legua, y mucho menos cuando sabes que estas ebrio.

Y yo, bueno, yo dije que ayudaba al club de teatro en las tardes, y todos terminaron creyéndome, aunque sabía que irían a investigas, así que encargaría de tema.

Mamá lo entendió, lo entendió tan bien que estaríamos castigados hasta cumplir 18, y en caso de Jack, hasta que valla a la universidad.

Después de ponernos nuestra sentencia nos mandó a la cama antes de que aumentara nuestro castigo.

Y ahora todos estaban en la cama intentando conciliar el sueño, y los que ya había podido hacerlo solo dormían plácidamente. Yo me quedé en la sala analizando todo de nuevo.

Mientras que yo, volví una y otra vez a la pesadilla que tuve, desde que llegue aquí ya no pensaba en eso. Pero ha comenzado de nuevo.

Todo vuelve a empezar.

- ¿Camil que haces aun despierta? – preguntó Tom caminado hasta donde me encontraba, y la ver que reacciona se acercó más

-  Han vuelto – susurré mientras me abrazaba.

- ¿Qué paso ese día exactamente? – Preguntó mientras pasaba sus manos por mi cabeza.

- No te lo puedo decir, lo siento – respondí cautelosa, con la miraba aun en el vacío.

- ¿Por qué no me sorprende? – bufó Tom resignado, él había intentado sacarme información en Texas, pero nunca lo logro.

- No sé.

- Tienes que dormir Camil, es tarde.

Besó mi frente y me arropo en el sillón, con una cobija que estaba a mi lado.

- ¿Quieres que me quede a tu lado esta noche? – indagó, sentándose a mi lado.

- Por favor – susurré en suave voz

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Espero que les guste.

Puse la frase porque en realidad me gusta mucho, y es de E. A. Poe.

Un excelente día / tarde o noche, como siempre digo al final.

Aviso: Estamos acercándonos al final así que los capítulos serán más largos.

Viollet

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Gacias por todo, por leer, y por votar y cometar,

Sencillamente son los mejores. MUCHAS GRACIAS.

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Despertando a los vecinos de abajo (Vic Fuentes)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora