Capítulo VI. -El ballet del caído.

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Las llamas de una intemperie se visten de pecado. ¿Cuál es el color del pecado? ¿Cuál es el color de los mandamientos? ¿Has escuchado el sonido de las hormigas al ser aplastadas por tu dedo?

He tratado de buscar una respuesta a este desorden de canciones dentro de mi cabeza, en poner en orden mis ideas, en abolir mis anarquías mentales, pero simplemente la única persona que sospecho, el único ser humano que sé me viene a la cabeza; la maestra mente detrás de los hechos, se traducen en un nombre que conozco: «Cynthia», mi exnovia es el único ser que tiene motivos para cometer estos crímenes.

Me asombra, ella ha perdido sus mentales facultades.

Lo único que no me encaja es: ¿Cómo hizo para viajar a México y planearlo todo? ¿Cómo una mujer puede llegar a tantos extremos?

Las condenas de mis perpetuas cadenas esclavizan mi débil carne en el sacramento católico más perverso.

Tengo demasiado miedo, si busco ayuda o si recurro a la policía es muy posible que Cynthia lastime a mi hermano y a Violeta.

Debo seguirle el juego, es la única forma de traer con vida a mis seres amados.

El buscar un localizador y detectar en qué lugar exacto se encuentra la ubicación de aquél criminal es una tarea arriesgada. Ella puede darse cuenta de que la trataré de localizar.

Por eso no haré nada arriesgado que ponga en riesgo a mi dulce maniquí y a mi bello hermano.

Seguiré al pie de la letra todas sus demandas y los rescataré.

Las horas se quemaban en las arenas del reloj, mis ojos se rehusaban a cerrarse. Yo sólo esperaba que mi celular vibrara y anunciara las óperas y sus cantos de desgracias.

El sol se escondió bajo la melodía de las nubes.

A continuación, después de casi veinticuatro horas, el celular vibró, su intensidad serpenteó mi delgado cuerpo de gusano.

Tomé mi celular al instante y contesté.

Mis llantos se apoderaron de mí. — ¡Por favor, devuélvemelos! Haré lo que tú quieras —le supliqué, mientras caía destrozado en el suelo.

—Relájate, no quiero que pienses que soy tu enemigo. Yo soy tu amigo. En un par de minutos recibirás un mensaje de texto con las instrucciones a seguir para que tú y tu pequeña familia vuelvan a estar juntos —dijo él con una de sus más espeluznantes carcajadas.

—Gracias —dije, mientras que mi corazón temblaba de horror.

Aquel santo predicaba las ulceras de sus recuerdos. —He conocido las mentiras del sistema. Según la sociedad hemos cometido cosas malas e imperdonables. La gente se encarga de etiquetarnos como monstruos sin conocer nuestras razones. Lo que significa que el sistema no es del todo perfecto. ¿Quién es más monstruo? ¿El que juzga o el que es juzgado? He aprendido algo muy curioso en la biblia; dice: Juan 8:17. Y, como ellos lo acosaban a preguntas, Jesús se incorporó y les dijo: "Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra"—.

No podía aguantar más el desorden de mi mente y lo interrumpí con mis suplicas.

Mis canciones se envenenaban en el discurso retórico lunar. —Por favor, no le hagas daño a Violeta y a Rake —dije, consonantemente con la silueta de mis poemas oscuros.

Él me respondió despedazando toda mi existencia. —Yo jamás les haría daño. Aquí la única persona que les hizo daño fuiste tú por dejarlos solos. Tranquilo, ellos están disfrutando su estadía bastante bien —él dijo con una carcajada perversa.

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