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Al fin llegó aquel lunes, desapareciendo en su totalidad esa ansiedad que había causado en mí la espera de tan largo fin de semana. Estoy segura de que aún te preguntas de qué peculiar manera conseguí tu número. Bueno la respuesta es sencilla, tomé el celular de Verónica y de allí lo saque. Bastante sencillo ¿No lo crees?. Recuerdo que estuve pensando durante toda la mañana con qué torpe excusa llamarte, sacaba el teléfono y lo observaba, ponía aquel patrón para desbloquearlo, luego iba a mis contactos, veía tu nombre, respiraba profundamente y bloqueaba el celular para guardarlo de nuevo. Así estuve durante largo tiempo hasta que al medio día al fin me decidí, tomé mi celular para llamarte y de esa manera pude invitarte un divertido almuerzo en un parque alrededor de la Universidad. ¡Aceptaste sin objeción alguna!. "En media hora será" Dije cerrando aquella corta conversación. Empecé a observar mi reloj cada segundo esperando que llegara el momento de nuestro encuentro, cuando por fin llegó la hora corrí buscando que fuese yo quién te esperará y no tú, pero para mi sorpresa al llegar ya estabas tú allí, aún más hermosa de lo que podía recordar, me acerqué a ti y te sonreí, tú tomaste mi mano y entrelazamos nuestros dedos, hasta el día de hoy me es imposible recordar sensación más hermosa que sentirte tan mía en ese momento. Caminamos tres calles y llegamos al lugar que te había prometido en mi misteriosa llamada, nos acostamos debajo de uno de los árboles más amplios que estaban en el lugar, miraste el cielo durante varios minutos sin mencionar palabra alguna, pero luego rompiste el silencio mencionando lo mucho que te atraía el cielo azul y principalmente el brillo y la luz del sol, yo por el contrario argumenté que no existía en el mundo brillo semejante al que la luna poseía, tú sólo reías y debatias cada defensa que yo le prolongaba. "No vayamos a clase" Te propuse con intención de llevarte al lugar donde mis pensamientos y yo éramos los únicos habitantes. Ni siquiera pensaste mi propuesta, tomaste mi mano y te dirigí a aquel lugar.

Al llegar te sentías completamente fascinada, era un espacio que te encantaba; completamente rodeado de árboles y con olor pleno a naturaleza, nuevamente nos sentamos bajo un árbol y después de largas charlas sobre literatura y poesía me comentaste que odiabas las cosquillas e instintivamente mis manos comenzaron a jugar con tu abdomen y costillas, donde salía tu risa armónica. Entre aquel juego mi cuerpo quedó sobre el tuyo completamente agitado, nuestros labios se acercaron por primera vez, casi rozaban pero ni tú ni yo teníamos la valentía de sellar aquel beso, suspiré profundo durante varios minutos sin despegar mi mirada de esa dulce boca, finalmente me decidí y tomé tus labios con los míos. Tienes un sabor tan especial, tan dulce, tan único, tan tuyo. En ese momento pretendía quedarme allí por horas, por días, por años, quería quedarme allí toda la vida, en tus brazos, en tus labios, en tu lengua, en tu mirada, en ti.

Nos separamos dado que el calor que ese beso brindaba hacia que nuestros cuerpos chocaran casi de manera natural. Sonreiste y regresaste tu mirada al cielo, me separé de ti buscando que no fuese incómodo, me preguntaste sobre música y allí mismo afirmarse tu amor por el piano y por aquellos intérpretes de tan hermoso instrumento.

Estuvimos hablando por largas horas hasta que llegó la hermosa luna a acompañar aquella velada tan especial junto a ti, pero se hacía tarde y debíamos partir, juntas tomamos el autobús y al finalizar el recorrido te despediste con suave beso en mi mejilla. Bajé con una sonrisa en mi rostro la cual no supe cómo desvanecer durante toda la noche.

Una carta de amor de Lauren a CamilaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora