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Nos despertamos siendo domingo. El brazo de Jimin estaba por encima de mi estómago y sus labios rozaban mi frente.

Me quedé unos cuantos minutos observando su rostro. Su piel tenía un tenue bronceado, despedía vitalidad, luz. No había imperfecciones, sólo tersa piel que brillaba con la luz del sol que se escabullía entre las cortinas.

Tenía una pequeña nariz la cual inspiraba y exhalaba aire con suma suavidad. Recorrí el borde de su oreja con la yema de mis dedos, con muchísimo cuidado, no quería despertarlo, se veía tan bello de esa forma, tan fundido en paz...

Por último pero no menos importante, estaban sus labios. No me atreví a tocarlos, pero sólo quería besarlo hasta caer rendida otra vez junto a él.
Eran gruesos y rosados, estaban levemente abiertos, mierda no podían gustarme tanto un par de labios, pero lo hacían.
Las comisuras eran bastante profundas, tuve que controlar el impulso de tocarlos, nuevamente.

Seguí admirando su rubio pelo que de a poco se volvía marrón, el tinte se le estaba escurriendo pero le quedaba lindo igual. El tipo se podría teñir de verde y de todas formas sería atractivo.

Jugué un poco con sus mechones, no mucho para no despertarlo. Se acomodó un poco y sus manos terminaron encima de su pecho.
[I]Sí que tiene manos pequeñas, eh.

Alterné mi juego entre su pelo y sus manos, podría quedarme así por el resto de mi vida, si no tuviera que pagar las facturas que no cubre la editorial -que eran varias y bastante caras-. Volvió a moverse, despacio y soltó un bostezo que se convirtió en un gemido mientras estiraba los brazos.

-Buen día-me dijo refregándose los ojos con una sonrisa.

-Buen día, bella durmiente-sonreí mientras me erguía-. ¿Quieres café?

-¿Hace falta decir que si?

Me levanté y le preparé un poco de café como había pedido, él tomó el pastel que habían dejado Youngsoo y Misuk de donde se lo indiqué y desayunamos en el balcón, el cual estaba cubierto de hojas pero que más daba, era domingo por la mañana.

-Es el sábado que viene-dijo mientras tomaba un sorbo de café, lo miré sin saber muy bien a que se refería-. La muestra, es el sábado que viene, diecinueve.

-Oh, si la muestra-dije mientras me metía una porción de pastel-. Mmmh que bueno está esto, pruébalo.

Se sirvió una porción bastante grande y lo probó, tal como le dije, y no emitió sonido hasta terminar, parecía un muerto de hambre.

-¿Vendrás?-preguntó una vez que de la porción sólo quedaban migas.

-Claro que sí, ¿qué clase de hermana sería si no fuera?

-Una muy mala-dijo con un pequeño puchero.

-Tranquilo, tu hermana estará allí.

-También estarán mis padres y mi hermano-dijo antes de beber su café-. Así que seguro los conozcas, te caerán bien.

Sonreí aunque por dentro estaba entrando en pánico. No quería conocer a sus padres, no porque lo fueran, sino porque era bastante frecuente que la cagara estando nerviosa.

° ° °

El beso de la noche anterior al despertar había sido una excelente idea pero pasado el desayuno ambos volvimos sumergirnos en un terrible silencio.

Él me miraba extrañado como si no supiera que hacer. Como si yo no fuera yo, como si hubiéramos cometido un grave error. Benjamín. Él no sabía de lo ocurrido y no tenía intenciones de que lo supiera. Me daba vergüenza ser "la loca a la que le habían puesto los cuernos, por loca". Me aterraba ese título.

Él me expresó que tenía que irse, que se le hacía tarde. No pregunté ni me opuse a nada, el ambiente estaba claramente caldeado.

Jimin se dirigió al living en busca de sus zapatillas cuando mi teléfono comenzó a sonar. Estaba cerca de él así que lo tomó e hizo ademán para dármelo.

-No estoy de humor para hablar con nadie-dije intentando mostrarle que estaba algo triste.

Miró la pantalla de mi teléfono y luego clavó sus ojos en mí, algo melancólico. No entendí muy bien por qué hasta que dijo el nombre de quien llamaba tan insistentemente.

-Es Ben. Tu novio-dejó el teléfono sobre la mesada de la cocina sin volver a mirarme-. Deberías atenderlo.

Y sin decir nada más se fue.
Dejándome sola con el idiota de Benjamín llamando como un enfermo.

Luego de la quinta llamada contesté o no iba a parar. Cuando se le metía algo en la cabeza no cesaba hasta conseguirlo.

-¿Qué quieres?

-Ah, hola Emma, ¿cómo estás?

-Hasta hace cinco minutos bien, ¿qué quieres?-repetí.

-Claramente hablar contigo. Desde lo de esa no-

-No quiero escucharte-le interrumpí-. No llames más.

-Emma, por favor, te a-

-¡Te dije que no quiero escucharte! ¡Deja de llamar como un imbécil y deja de cagarme la vida!

Y corté la llamada. Ya tenía mucho con Jimin para que el imbécil supremo me jodiera. Quise salir en busca del muchacho que hasta hace cinco minutos estaba en mi casa pero no pude, las piernas no me reaccionaban. Tenía que explicarle que no estaba más con Benjamín, pero me pediría explicaciones y no iba a soportar la vergüenza. No dos veces.

house of cards; jimin ▪COMPLETA▪Donde viven las historias. Descúbrelo ahora